Otro discurso de Nobel para Vargas Llosa
El escritor recibe en San Fernando el Premio de la AIR a la Defensa de la Libertad de Expresión; El literato exige no ser complaciente ni tolerante con quienes ahorcan este derecho fundamental
SAN FERNANDO.Actualizado:Traje negro, corbata malva, pin en la solapa, cuaderno de escritor en la mano, flequillo descuidado, gesto cansado, a ratos agotado, siempre sonriente. Ceremonioso en la entrada, casi escena nupcial, atropellado en la vuelta. El público en pie para recibir a la estrella de la literatura que apenas duerme desde la madrugada del 7 de octubre. La llamada del Nobel tuvo la culpa.
De que ayer estuviera en San Fernando, para lanzar comedidas proclamas en pro de la defensa de la libertad de expresión, la tiene la propia historia de La Isla, madre de ese decreto noveno que sentó las bases del periodismo moderno. Comparte «acierto» -que diría en su intervención el propio homenajeado- la Asociación Interamericana de Radiodifusión, AIR, que entregaba a Mario Vargas Llosa su máximo galardón, el Premio AIR a los Defensores de la Libertad de Expresión, las Dignidades Humanas y la Democracia. Lo decidieron una mañana de mayo del año pasado, en Buenos Aires, y de paso cerraron la terna de merecedores de este honor. El Papa Juan Pablo II y el Rey Don Juan Carlos, son, junto al literato peruano, los únicos en recibir un premio que fue creado en 1949.
La expectación por su presencia no fue la misma que si llegaran los dos anteriores, pero sí el respeto y la admiración por una figura 'grande' muchos antes de ser llamado por la Academia Sueca. A ellos también le tendrá que dedicar el mes próximo un discurso, se desconoce si improvisado como el de ayer -llevaba un guión que desarrolló con brillantez y, por supuesto, de forma natural-. O tan comprometido y humilde. Él mismo reconoció la «enorme responsabilidad» que le supone este reconocimiento. O tan fraternal. «Hace 200 años España y América estuvieron muy cerca la una de la otra. Este acercamiento tuvo como base el principio de la libertad».
A lo mejor su alocución cuando reciba oficialmente el Nobel sea igual de directa: «Es fundamental la defensa de la libertad de expresión porque es la que consigue la legalidad, pluralismo, el diálogo y la alternancia en el poder», subrayó. O tan moderadamente optimista. «En su defensa (por la libertad de expresión) solo se pueden ganar batallas, nunca la guerra completa porque hasta en los países con democracias consolidadas siempre hay un peligro emboscado».
De Vargas Llosa dijo el político que le entregó la escultura de Argenis Díaz, Alfredo Pérez Rubalcaba -quien apuntó que no iba a caer en la tentación de presentarlo-, que el lema del escritor podría ser «la libertad por encima de todas las cosas». También parafraseó a la Academia del Nobel y denominó al peruano como «cartógrafo del poder». Él mismo estableció el mapa de las libertades, las que se gestaron hace dos siglos. «En el Boston colonial, el París revolucionario y el Cádiz libertario se forjó el debate intelectual contra el oscurantismo». Su intervención mereció el abrazo más largo con el autor de 'La ciudad y los perros'. «Él escribe y hace este mundo más habitable», le había dedicado.
El -hasta ahora de forma oficiosa- nuevo presidente de la Comisión Nacional del Bicentenario de Las Cortes de 1812- había sido el protagonista de la anécdota de la jornada. Un numeroso grupo de ex trabajadores de Delphi recibía a la comitiva que iba a participar en el acto de entrega del galardón de la AIR al grito de «Rubalcaba, menos premios y más puestos de trabajo». Hubo para su 'jefe'. «Zapatero, mentiroso». Quizá por eso fue tan extraña la llegada al Real Teatro Las Cortes. A su lado, el amigo Mario y señora. Detrás, el alcalde de la ciudad, Manuel María de Bernardo, el presidente del Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812 y consejero de Gobernación y Justicia, Luis Pizarro, el delegado de la Junta en Cádiz, Gabriel Almagro; el presidente de la AIR, Luis Pardo, y el de la Asociación Española Radiodifusión Comercial, Raúl Rodríguez.
Teatro medio lleno
Recibiéndolos, un patio de butacas que podría estar más lleno, numerosos representantes políticos y unos pocos del ámbito cultural gaditano. Pizarro fue el encargado de dar la bienvenida: «Feliz regreso a todos a vuestras casas». Entre todos, una nube de periodistas. Profesionales privilegiados, mucho más de los que lo son los que ejercen en varios estados sudamericanos. Mario Vargas Llosa en su misión de no ser «tolerante ni complaciente» lo denunció en su discurso. «Es fundamental que denunciemos los atropellos a los periodistas venezolanos independientes. En Bolivia, Ecuador, Argentina y Brasil también hay atentados, aunque en menor medida. Allí los periodistas han respondido con coraje y lo han denunciado a la opinión pública».
El literato peruano fue el primero en apuntarse la responsabilidad. «Estamos obligados a situarnos a la vanguardia de la defensa de la libertad de expresión. No hay arte, literatura y creatividad en un mundo en el que hay un apagón informativo, terminó.
Después de la sucesión de discursos y el aplauso unánime vinieron las rúbricas en los libros de honor y la disolución de otra reunión que también pasará, 200 años después, a la historia.