Los zombis de la Moncloa
Atacar a González sigue excitando a la derecha española, como a la izquierda le excita atacar a Aznar
Actualizado:Felipe González ha regresado, catorce años después de hacer las maletas, al corazón del debate político. La lejana historia del señor X invade titulares como en los noventa. Sus confesiones han traspasado las líneas rojas del relativismo moral retratando a un presidente al que Maquiavelo tal vez no le habría regateado algún elogio pero inquietantemente persuadido de estar por encima del bien y del mal. Es poco probable que sus palabras tengan más pólvora que la memoria averiada del abuelo cebolleta, pero el PP ha sacado lo mejor de su artillería. Lo de Mayor Oreja llamándole «asesino» es solo un brochazo marca de la casa -sin duda el patriarca democristiano Andreotti nunca le hizo copiar cien veces 'manca finezza'- pero desde Génova ha habido estopa a la arrogancia de Dios, como le llamaban entonces.
Atacar a González sigue excitando a la derecha española, como excita a la izquierda atacar a Aznar. Y además los ex presidentes españoles tienen tendencia a salir de su tumba política como zombis de un guión de serie B de George A. Romero. De hecho Aznar, lejos de una hibernación a la americana, ha buscado siempre la trinchera de los mensajes provocadores. Es el último paladín orgulloso de las Azores, ya incluso sin Bush, inspirado por los mismos ideólogos del Tea Party contra la sostenibilidad climática, contra todo lo árabe con el ultranacionalismo israelí y al margen de los intereses de su país, tanto que 'Foreign Policy' le señala como uno de los cinco peores ex presidentes planetarios con el tailandés Shinawatra o el nigeriano Obasanjo por sus pucherazos, Schroeder como 'lobbysta' de Rusia y el filipino Estrada por corrupción. Pero Aznar disfruta de sus provocaciones desde las tribunas ultraliberales, por demás con pingües beneficios para su empresa Famaztella, acrónimo de Familia Aznar Botella.
Zapatero se ha declarado «psicológicamente muy distinto de Aznar o Felipe» presagiando que él será un cómodo ex. Tal vez sea así, aunque los vaticinios de Zapatero no son particularmente fiables. De hecho él mismo ya gobernó durante su primer mandato haciendo oposición retrospectiva con la guerra de Irak o el Yak-42, como Aznar prolongó el GAL y la corrupción durante una legislatura. No solo se trata de egotismos, sino de cultura política. El estatus de ex presidente puede ser de un discreto retorno a la vida civil como los nórdicos, de compromiso activista como los centroeuropeos o de estilo formalista como los anglosajones, conferenciantes con alguna misión diplomática y alguna fotografía de Estado pero bajo la norma sagrada de respetar a sus sucesores. En España, de momento, rige el estilo Cid: zombis vanidosos que aspiran a ganar batallas después de muertos.