Sociedad

MUJER COMPLETA

La Central Lechera acoge la representación de la obra de Ana Ropa, 'Frágil como una piedra'

CRÍTICA TEATRAL Actualizado: Guardar
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Para desgracia del panorama teatral, se está recurriendo desde hace algunos años ya, a un tipo de escenificación que no encierra dificultad alguna para el intérprete, pues con cierta facilidad e irresponsabilidad teatral, el/la susodicha/o se sube a un escenario para simplemente parlotear bajo cualquier pretexto cosas supuestamente chistosas que colocan al espectador en el plano de un idiota que debe reír con cualquier estupidez o payasada. Muchas compañías comen y viven de vender estos productos facilones en los que narran en primera persona, lo que supuestamente les sucede a sus personajes, pero siempre desde un distanciamiento que hace irrelevante y poco creativo el resultado. Abundan en nuestras carteleras, mamarrachos y sinvergüenzas que con ponerse unas gafitas, o una naricita, o un bigotito, se la pasan haciendo el tonto con cierto desparpajo, intentando llevarnos a su terreno de la inactividad mental. Ésta falta de implicación en el escenario, además de carecer de cualquier valor artístico, conlleva entre otras cosas, la arriesgada posibilidad de que los espectadores se crean que esa cosa que están viendo es Teatro.

Para beneplácito de quien tenga oportunidad de verlo, el espectáculo de Ana Ropa, 'Frágil como una piedra' utiliza la misma fórmula de narrar en primera persona, pero con una implicación total y convincente, que lo convierten en un montaje arriesgado, interesante y honesto en muchos aspectos. La historia que nos cuenta la mujer protagonista no tiene una estructuración lineal, es como una voz interior que sin lógica aparente, deja escapar pensamientos, reflexiones, actitudes y comportamientos que la desnudan y muestran tal cual es: con sus debilidades, defectos, temores, sueños e inseguridades.

Al parecer, se trata de un experimento con un alto contenido autobiográfico, en el que el peculiar exorcismo es asumido sin complejos por la actriz. El resultado es conmovedor y está cargado de un cierto humor negro y agridulce; es cruento, muy ácido y mordaz; nada complaciente y visceralmente inteligente. Es transgresor; también es audaz, agudo y tragicómico.

En resumidas cuentas, nos encontramos ante una mujer osada que trocea su corazón y alma para compartir ante el público su peculiar haraquiri escénico, con la intención de salir más completa que nunca. Valentías así, son más que necesarias para el teatro.