La paliza
Ahora depende de cómo administre Obama la derrota y de cómo gestionen los republicanos sus prisas para echarle
Actualizado:El término popular usado por Obama para definir la derrota demócrata del pasado martes ('shellacking') podría traducirse, con similar casticismo, como 'nos han breado'. En efecto, la paliza recibida no tiene parangón desde 1938: ni siquiera la primera elección intermedia de Bill Clinton resultó tan catastrófica. En la única elección realmente nacional, la de la Cámara de Representantes, que se renueva por completo cada dos años, los demócratas han perdido -a falta aún de asignar ocho escaños muy igualados o con reclamaciones- 61 de los 255 escaños que tenían hasta ahora. Otros resultados parciales son también contundentes: los demócratas pierden ocho de los 26 gobernadores que tenían, seis de los 59 senadores con los que dominaban esa Cámara y 650 escaños en los Parlamentos de los Estados, arrebatándoles los republicanos el control de nada menos que 19 Cámaras. El mapa americano está ahora teñido del rojo de los republicanos con un leve moteado azul demócrata en la costa este, en el oeste y en unos pocos estados del Sur. Desde 1928 los republicanos no habían gozado de tanto poder territorial. Pero la interpretación de esa victoria presenta dificultades. Está claro que ha perdido Obama, que la erosión del «cambio en el que podemos creer» es lo que se ha llevado por delante a un buen número de demócratas.
Pero está mucho menos claro por qué han ganado tanto los republicanos, aparte, claro está, de lo inexorables que resultan los vasos comunicantes en un sistema bipartidista sin fisuras: inevitablemente, la pérdida demócrata es ganancia republicana. Es decir, en buena medida, los republicanos han ganado más por lo que no son que por lo que son.
La partitura de la victoria republicana está en blanco. A John Boehner, que será el 'speaker' de la Cámara de Representantes, le toca no solo dirigir la orquesta sino en buena medida escribir la partitura. Haría bien en estudiar con detalle lo que le sucedió, en similar coyuntura, a Newt Gringrich cuando en 1994 los republicanos se hicieron con la Cámara. Practicaron un bloqueo inmisericorde sobre Clinton, llegando a negarle los créditos presupuestarios necesarios para mantener funcionando la maquinaria federal. Esto llevó a la crisis conocida como el 'cierre del Gobierno'. Tras ella, Clinton abrazó la disciplina fiscal, enderezó la economía y ganó las siguientes elecciones a Dole con suma facilidad.
Lo que pase a partir de ahora va a depender de cómo administre Obama la paliza y de cómo gestionen los republicanos sus prisas para sacarle del Despacho Oval. Compromiso, como pide Obama, o conflicto, como reclaman algunos republicanos. Pero podría darse de nuevo la paradoja de 1994: el exceso de prisa en llamar al camión de la mudanza por parte de los republicanos puede fortalecer al inquilino del 1600 de la Avenida Pennsylvania y dar lugar a que no haya que llamar a ningún camión de mudanzas dentro de dos años.