UN PROTESTA INOPORTUNA
Actualizado: GuardarLa entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes ha sido, sin duda, uno de lo acontecimientos más importantes que se han vivido aquí en mucho tiempo. El beneficio del evento resulta prácticamente imposible de cuantificar, pero la imagen proyectada al exterior sí ha sido en esta ocasión positiva, algo que, dicho sea de paso, no es precisamente lo habitual. Casi todo salió a la perfección, exceptuando algunos detalles menores que posiblemente hubiesen merecido en su momento una cobertura mediática menor incluso de la que tuvieron.
Me refiero a la protesta de agentes de la Policía Local. O al amago de protesta, para ser más riguroso. Intentaron acceder a las puertas de La Atalaya para reivindicar mejoras en el cuerpo y el cobro de unas cantidades que les adeuda el Ayuntamiento. Pero sus compañeros de la Policía Nacional se lo impidieron, reteniéndoles unos metros más allá de donde se encontraban varios centenares de vecinos deseosos de dar la bienvenida a los Príncipes y al resto de premiados en el evento. No cuestiono que tengan razón -es evidente que necesitan mejoras y deben percibir lo que se les adeuda-, pero sí las formas y el momento elegido, nuevamente, para realizar sus reivindicaciones.
Insisto en que el miércoles era un día histórico para Jerez. Los ojos de todo el país estaban puestos en esta ciudad y la imagen que proyectase dependía de cómo saliese todo. Y eso no es moco de pavo en un municipio que lo que suele proyectar al exterior últimamente no es precisamente bueno por razones sobradamente conocidas. Era el momento de un paréntesis, de disfrutar de un evento que nadie sabe cuántos años tardaremos de volver a tener aquí, de sacar a pasear el orgullo de sentirse jerezano... No era el momento para protestar. Hay muchos días y otros lugares para hacerlo. Lo único que conseguirán así es ganarse las antipatías de buena parte de la sociedad local, cuando, repito, posiblemente les sobran razones para quejarse y reivindicar lo que les corresponde.
Empieza a ser preocupante el hábito que parece haberse instalado en esta bendita ciudad. Me refiero al de protestar y montar jaleo para reivindicar algo. Quien suscribe no puede presumir precisamente de bailarle el agua al gobierno local, cuya gestión me parece muy cuestionable en bastantes más asuntos de los deseables. Pero la mesura es en ocasiones una virtud, y muchas de esas movilizaciones son desproporcionadas y en ocasiones hasta contraproducentes. Como las de quienes se plantan a las puertas del Ayuntamiento a exigir una vivienda y un puesto de trabajo. Así sólo se consigue convertir las reivindicaciones en una especie de hilo musical de fondo al que ya ni se presta atención por repetitivo. También es cierto -las cosas como son- que el Consistorio jerezano tampoco ayuda demasiado a evitarlo, más que nada porque no se caracteriza por su mano izquierda o su capacidad de diálogo. Pero ésa es otra cuestión.