VERDAD Y ADORACIÓN
TEÓLOGO Actualizado: GuardarUna vez más, Benedicto XVI ha evocado experiencias personales, esta vez en relación con uno de sus grandes maestros, Romano Guardini. Guardini no quería saber una o muchas cosas, él aspiraba a la verdad de Dios y a la verdad sobre el hombre. Y esto interesaba a los jóvenes de su tiempo. Tal es el primero de los tres puntos que, según el Papa, caracterizan el planteamiento y la vida del ilustre teólogo alemán.
En primer lugar, la verdad: no somos nosotros los que establecemos la medida de las cosas, sino solo Dios. Dios se revela a sí mismo como la verdad, pero esta no es abstracta, sino al contrario, se encuentra en lo concreto-viviente, en fin, en la forma de Jesucristo. Pero el que quiere alcanzarlo, debe «invertir la marcha»: debe salir de la autonomía del pensamiento arbitrario hacia la disposición a la escucha, que acoge lo que es, sobre todo en la relación con Dios.
Por eso, en la Universidad de Berlín y luego en la de Múnich, Guardini establecía un 'encuentro' con personalidades de la historia. Guardini leía las obras de Sócrates, San Agustín o Pascal, Hölderlin, Mörike, Rilke y Dostoievski. Les escuchaba, aprendía de cómo ellos veían el mundo y entraba en diálogo con ellos, para desarrollar lo que él, en cuanto pensador católico, tenía que decir a su pensamiento. Y llamaba la atención a sus alumnos para introducirlos al diálogo con la verdad, verdad que esos autores eran capaces de redescubrir en su tiempo de modo nuevo; y de esta manera aquellos jóvenes podían obtener fuerza, también nueva, para actuar a partir de la verdad.
Esta correspondencia de nuestra acción con la verdad, y de la verdad con el ser de Dios se da, según Guardini, particularmente en la adoración. Por eso él redescubrió también la liturgia, que es un actuar simbólico, acorde con la naturaleza espiritual y corporal del hombre. El Papa interpreta el pensamiento de Guardini diciendo que «el hombre es espíritu en cuerpo y cuerpo en espíritu y que, por tanto, la liturgia y el símbolo lo conducen a la esencia de sí mismo, en definitiva lo llevan, a través de la adoración, a la verdad».
Benedicto XVI viene hablando de esta cuestión -nuclear para la vida cristiana- en todo su pontificado. Dios es la luz y la vida para el hombre, y por eso la visión y la vida del hombre dependen de que Dios sea reconocido y adorado como tal, no solo en el interior de cada persona sino también en la sociedad y en las culturas. Y el Papa, teólogo de la palabra clara y del gesto sencillo y cercano, lo dijo ayer en la misa bajo el cielo de Galicia, enmarcada por la fachada del Obradoiro.