El Papa pide que «Europa se abra a Dios»
Ante un auditorio compuesto por 7.000 personas, Ratzinger anima a huir del materialismo y la inmediatez
SANTIAGOActualizado:El Papa Benedicto XVI hizo hoy un llamamiento para que Europa vuelva su rostro a Dios y recupere sus raíces cristianas. “La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad”, proclamó el Pontífice durante la misa que ofició en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela. Joseph Ratzinger pronunció una homilía acorde con lo que se esperaba él. Alertó de las amenazas que se ciernen sobre la dignidad del hombre, y que se concretan en la pérdida de sus valores espirituales. Ese empobrecimiento proviene de una cerrazón a lo transcendente. “Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre”, proclamó.
Frente a la posmodernidad y las ideas que equiparan la plena condición humana con el alejamiento de Dios, Benedicto XVI apostó por volver a los orígenes y recuperar la mejor tradición cristiana, que bebe de los textos bíblicos y de las épocas clásica, medieval y moderna, “de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa”.
Ante un auditorio de 7.000 personas, el Papa pidió la palabra para alertar de las insidias que acechan al hombre contemporáneo y que se traducen en el “expolio a sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres”. Bajo un cielo nublado y plomizo, el obispo de Roma deploró el pensamiento del siglo XIX que ve en Dios a un “antagonista y enemigo” de su libertad, idea que ha arraigado en algunos intelectuales y que tildó de “tragedia”. “Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna”.
El Papa invitó a vivir con humildad bajo los dictados del Evangelio, para lo cual es preciso apartarse de los “criterios mundanos de lo inmediato, lo material y lo vistoso”. Y en una exhortación implícita a los gobernantes, el sucesor de Pedro advirtió de que “donde no hay entrega a los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral”. No quiso el Papa dejar a los jóvenes fuera de su magisterio, de los que demandó que den la espalda al “pensar egoísta, de corto alcance” y abracen las enseñanzas del Evangelio.
Una nueva evangelización
A la celebración eucarística, que duró aproximadamente dos horas y que se libró de las inclemencias climáticas, asistieron numerosas autoridades, encabezadas por los Príncipes de Asturias. También estuvieron presentes el ministro de Fomento, José Blanco; el presidente del PP, Mariano Rajoy; el embajador de España en la Santa Sede, Francisco Vázquez, y el responsable de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. No asistió en cambio el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre cuya ausencia el Vaticano ha pasado de puntillas. El Gobierno alega que la visita de Ratzinger tiene un carácter pastoral inequívoco y no es, pues, necesaria la asistencia del presidente a actos confesionales. Con todo, Rodríguez Zapatero, en atención al papel institucional que encarna Ratzinger como jefe de Estado y representante de la religlón mayoritaria que profesan los españoles, despedirá el domingo al Papa.
En los prolegómenos de la ceremonia, miles de banderines con los colores blanco y amarillo del Vaticano ondearon cuando Joseph Ratzinger accedió a través del ‘papamóvil’ a la plaza del Obraidoro desde el arzobispado de Santiago, donde el vicario de Cristo almorzó con los cardenales españoles, el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal y los miembros de su séquito. En el trayecto desde el arzobispado de Santiago hasta el altar el obispo de Roma bendijo a un bebé y saludó a la feligresía sonriente.
Poco antes del comienzo de la liturgia, todas las campanas de las iglesias de Compostela repicaron para homenajear al Pontífice. Para abrir el acto, el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, dio las gracias al Papa por su visita, y destacó la necesidad de mantener “vivo el valor y el coraje” para acometer una nueva evangelización. En este sentido, pidió el obispo los ánimos necesarios para elevarse por encima de la “superficialidad anodina y anestesiada que nos distrae”. “Santo Padre, nos encantaría poder estirar más su agenda entre nosotros en esta querida tierra, acogedora y hospitalaria, llamada en su día Finisterre”, proclamó Barrio.
Tanta era la expectación suscitada por el Papa, que en apenas dos horas las 7.000 sillas colocadas en la plaza del Obradoiro para presenciar en vivo la misa del Papa fueron ocupadas por los fieles. Si a las ocho de la mañana las fuerzas de seguridad abrían el acceso al recinto, a las diez los feligreses ya abarrotaban el lugar. Muchas personas pasaron al raso la noche para asegurarse un sitio desde el que ver a Ratzinger.
Los fieles y peregrinos que no pudieron acudir al recinto, contemplaron la ceremonia religiosa gracias a nueve pantallas gigantes instaladas en puntos estratégicos de Santiago como la Alameda, la plaza de la Quintana o la céntrica plaza Roja.