A la espera. Dos monjas pasean por las inmediaciones de la catedral de Santiago de Compostela. :: REUTERS
ESPAÑA

El Papa quiere reconquistar

Benedicto XVI llega a Santiago para recuperar un país que considera «avanzadilla de la secularización»

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Santiago y Barcelona aguardan expectantes la llegada de Benedicto XVI, en lo que es su segunda visita a España. Todo está listo para que la ciudad compostelana dé la bienvenida al Papa hoy, y que Barcelona haga lo propio al día siguiente. El Pontífice llega a España con la intención de censurar la pérdida de raíces cristianas de Europa, el relativismo moral y las ideas heredadas de la Revolución Francesa que identifican libertad con apartamiento de la tradición religiosa. Las dos ciudades que visita están blindadas por las fuerzas de seguridad. Unos 6.000 agentes velarán por que no haya disturbios durante los días que Joseph Ratzinger permanezca en el país. Al margen de estas consideraciones, lo cierto es que el Papa ha puesto sus ojos en España. En agosto de 2011 vendrá a Madrid a presidir la Jornada Mundial de la Juventud, lo que convertirá a nuestro país en el más visitado por el sucesor de Pedro.

Es tal la curiosidad que ha despertado este viaje -el 18 del Papa al exterior y 12 a Europa- que cerca de 3.000 periodistas están acreditados para informar de las palabras de Ratzinger. El Papa alemán, por lo demás, insistirá en lo que constituye una de las obsesiones de su pontificado: la necesidad de acometer una «reevangelización» del viejo continente.

El arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, espera que la visita papal atraiga a la ciudad 200.000 visitantes, una cifra que, aunque grande, se queda corta ante los 150 millones de personas que se estima podrán escuchar el mensaje del Pontífice por televisión. Nueve pantallas gigantes se han instalado para que los fieles que no puedan seguir la misa en la plaza del Obraidoro -que tiene un aforo de 6.000 personas-, puedan contemplar la imagen del Papa.

Los preparativos están también muy avanzados en Barcelona, donde en el perímetro del entorno del templo de la Sagrada Familia se colocarán 36.000 sillas para seguir la ceremonia de consagración al culto de la catedral de la Sagrada Familia, que a partir de ese momento adquirirá la condición de basílica. Al margen de los privilegiados que escuchen la eucaristía sentados, el Ayuntamiento prevé que 400.000 personas se echen a la calle para aclamar al Pontífice. El arquitecto de la Sagrada Familia, Antonio Gaudí, va camino de ser beatificado si prospera la causa que se abrió en 2003, proceso en el que tiene que acreditar sus virtudes y un milagro.

Benedicto XVI cumplirá su deseo de peregrinar a Santiago, y lo hará en plena efervescencia del Año Santo Compostelano, celebración que no se volverá a repetir hasta dentro de once años. Es una ocasión, pues, que hay que aprovechar. No en vano, 249.000 peregrinos ya han visitado la tumba del apóstol en los diez primeros meses de 2010.

Nacionalismo católico

En Barcelona no es menor la expectación por la presencia del séquito pontificio. Curiosamente, en la Ciudad Condal convive un nacionalismo de raíz democristiana que quiere hacer ver al Papa que Cataluña es una nación, con grupos de ateos, agnósticos, laicistas y vecinos molestos por las incomodidades que acarrea un evento de estas características. Un punto de discordia lo constituye el coste de la visita, cifrada en 3,7 millones de euros, cuantía que para los detractores del jefe de Estado del Vaticano es un despilfarro en tiempo de crisis. No obstante, el Ayuntamiento sostiene que los beneficios que reporta a Barcelona el viaje rondan los 30 millones de euros. Si se suman los ingresos hoteleros, de restaurantes, compras y transportes, el retorno pecuniario es de 25 millones, a los que hay que unir otros cinco millones que se concretan en la proyección de la imagen de la ciudad.

Ratzinger, a sus 83 años, es un hombre calmado, intelectual y de voz monocorde y algo apagada. Pese a esta apariencia, Benedicto XVI, en la misa de la Sagrada Familia, es previsible que defienda con vehemencia los valores familiares basados en la doctrina católica: la indisolubilidad del matrimonio, basado en la unión de «varón con mujer». Todo esto supone una denuncia del matrimonio homosexual y el divorcio exprés aprobados durante la primera legislatura socialista. Esta es una de las razones por las que el Vaticano mira con lupa a España. Desde que se reformó el Código Civil en 2005 para que cupieran en él los matrimonios entre personas del mismo sexo, otros siete países o regiones han bendecido las bodas homosexuales, entre ellos Argentina, Portugal y México DF. Por eso no es extraño que la Santa Sede vea en España la avanzadilla de una secularización rampante que hace estragos en los valores espirituales de la cristiandad.

Con todo, una vez que Zapatero encomendó reconducir las deterioradas relaciones con el Vaticano a la ex vicepresidenta Fernández de la Vega, los ímpetus laicistas han decaído. Fue el Gobierno de Zapatero el que subió la asignación tributaria para financiar a la Iglesia católica de un 0,52% a un 0,7%, algo que no le dio tiempo a hacer a José María Aznar en sus ochos años de gobierno. Y ha sido también el Gobierno de Zapatero el que ha convertido a los profesores de religión en servidores públicos, asimilados laboralmente a los docentes interinos. Por añadidura, la tan anunciada reforma de la ley de Libertad Religiosa duerme en un cajón. Era una iniciativa inscrita en el mandato de neutralidad del Estado frente a la confesiones religiosas y que podría desencadenar una 'guerra de crucifijos'. El proyecto está congelado, en parte para no causar suspicacias en el electorado católico, en parte porque el asunto ha dejado de ser prioritario ante la crudeza de crisis económica.

El Ejecutivo de Zapatero ha marcado distancias con la presencia de Benedicto XVI en España. El presidente del Gobierno mantendrá un breve encuentro con Ratzinger en el aeropuerto de Barcelona, pero no asistirá a ninguna de las dos misas que concelebrará. Y es que, según el Ejecutivo, el viaje del Papa tiene un «carácter pastoral» que no admite interferencias.