Hay tantas costumbres como nombres
MADRID. Actualizado: GuardarCostumbres, leyes y desidia. Son los tres ingredientes que rigen en el mundo a la hora de regular cómo se ponen los apellidos. El ejemplo más claro de dejadez es Reino Unido, donde no hay ninguna norma. Se puede poner el apellido de quién se quiera, aunque predomina el del padre, como en la mayor parte de los países occidentales. En Francia, los niños cogían el apellido de su padre, al igual que hacía las madres cuando se casaban. Pero esta norma (no escrita) cambió hace seis años, cuando ellas obtuvieron el derecho de poner sus apellidos a sus descendientes. Las italianas estaban en una situación parecida, hasta que un movimiento social pidió un cambio. La solución fue salomónica: uso opcional de los dos apellidos y en el orden que se quisiera.
Porque hay que tener en cuenta que solo en España, Portugal y Latinoamérica está arraigado el uso de dos apellidos. En el resto del mundo, solo se usa uno. Incluso en Alemania se llegaron a prohibir. En el país luso pueden escoger entre los dos o solo uno. Si no hay un acuerdo, un juez determina. En cambio, si los padres suecos son incapaces de acordar el orden, siempre prima el femenino.
En Asia, los padres japoneses siempre ganan y en China hay elección. Eso sí, siempre irá delante del nombre, como Yao Min. Luego están aquellos países que lo arreglan todo con conjugaciones. En Rusia, por ejemplo los chicos son Kutnesov y las chicas Kutnesova. Un ejemplo más claro está en los hermanos tenistas rusos Marat Safin y Dinara Safina. Pasa lo mismo en Islandia: sufijo dottir para ellas (como la escritora Yrsa Sirgurdardottir) y 'sen' para ellos (ejemplo del ex barcelonista Eidur Gudjhonsen).