Antonio Meño y sus padres, Juana y Antonio (d), antes de iniciarse la vista. :: EFE
ESPAÑA

«No hubo ningún vómito, fue un fallo anestésico»

Un cirujano que entonces estaba en prácticas desmonta la versión de la clínica acusada de dejar en coma a un joven en una rinoplastia

MADRID. Actualizado: Guardar
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«No hubo ningún vómito que provocara la desintubación del paciente, se trató de un fallo anestésico». Las palabras del cirujano Ignacio Frade retumbaron en la sala de vistas del Tribunal Supremo. De un plumazo, el testigo derribó el «muro de injusticia» con el que convive la familia Meño Ortega desde hace 21 años, cuando su hijo Antonio entró en una clínica privada madrileña para operarse la nariz y salió en coma vegetativo.

En estas dos décadas, la familia ha emprendido una batalla judicial que ayer podría haber encontrado su primera recompensa. La Sala Social del Supremo revisó el recurso de los Meño Ortega, la última vía judicial para anular la sentencia del Supremo que absolvió al centro médico por presunta negligencia en 2008 y condenó a la familia al pago de 400.000 euros en concepto de costas judiciales.

A la espera de la decisión judicial, que podría reabrir el proceso civil desde cero, el testimonio de Frade contradijo la versión que han mantenido los demandados desde 1989 y que ha eximido de culpa al anestesista Francisco González, al centro Nuestra Señora de América y a las aseguradoras.

«¡Oxígeno, rápido!»

Frade se encontraba en la sala de operaciones cuando sucedió todo, pero su versión no la habían conocido los jueces hasta este miércoles. Era un joven médico en prácticas que aquel funesto día vivió una experiencia que «jamás se le ha borrado». Colaboraba con el cirujano titular (ya fallecido) cuando las constantes vitales de Antonio Meño comenzaron a caer. El tubo que oxigenaba sus pulmones se había desconectado. Y cundió la alarma. «¿¡Qué quiere que haga!? ¡El anestesista está operando en otro quirófano!», clamó una enfermera. Cuando llegó el anestesista -contó Frade al tribunal- vio que el tubo se había desconectado. «¡Coño, se ha desconectado, joder, oxigeno, oxígeno rápido!», se escuchó en la sala de operaciones. Ya no había nada que hacer. Habían pasado «más de cinco minutos» y el cerebro de Antonio se había apagado para siempre.

Un informe de la clínica achacó el «accidente» a un vómito del paciente. Pero la versión del testigo que ha dado un vuelco al proceso confirmó todo lo contrario. «No hubo ningún vómito, fue un fallo anestésico», aseguró Frade entre aplausos del más del centenar de asistentes a la vista, la más masiva que se recuerda en el Supremo.

El cirujano dijo que se había enterado del caso en febrero de este año, después de ver por los medios de comunicación que Antonio y su madre Juana habían acampado frente a una sede del Ministerio de Justicia en Madrid para denunciar su desamparo judicial.