«A veces Cádiz se ríe por no llorar»
El autor de 'La Venus del Gran Poder' firma en 'Carne de gato', su nueva novela, una descarnada radiografía sobre la juventud marginal y desarraigada
CÁDIZ. Actualizado: GuardarA ver si les suena: en un rinconcito del Sur de Europa, trimilenario para más señas, los chavales ajenos a la 'clase bien' dan bandazos por la vida, trapichean y se emborrachan, seguros de que no hay más futuro que la próxima copa, el siguiente enredo, el dolor que viene. 'Carne de gato', la última novela de Miguel Ángel García Argüez (Paréntesis) habla de las cosas que pasan fuera (en la calle, en la noche), pero también de cosas que pasan dentro (la soledad, la anomia, el desconcierto). El escenario es Cádiz, y los 'tipos' resultan perfectamente reconocibles, porque son los mismos que justo ahora están cruzando cualquier semáforo, matando el tiempo en el parque o dejando que la tarde se escape, arrumbados en el sofá, con la tele de fondo.
-En su novela Cádiz no es la ciudad que sonríe, precisamente.
-Ni en la novela ni en ningún lado. Eso es sólo un eslogan institucional: nada que ver, por tanto, con lo real. Cádiz no sonríe. Cádiz se ríe, que no es lo mismo. Y se ríe de verdad, con verdad, y además con inteligencia. Eso sí, da la impresión de que a veces se ríe por no llorar.
-¿No teme que lo señalen por la calle, por 'presunto' negativo, resentido y pesimista? Hay gente a la que le cuesta entender que las críticas más duras se hacen a las cosas que se quieren.
-No, no lo temo. Y si ocurriera así, a estas alturas, no me importaría demasiado. Amo esta ciudad desde muy joven hasta que finalmente decidí instalarme aquí y aquí sigo, enamorado con estas calles y, sobre todo, con estas gentes. Pero ese amor de hijo adoptivo me da a la vez distancia para ver con cierta perspectiva las cosas escalofriantes que ocurren aquí. Pero no soy ni un negativo, ni un pesimista, ni, desde luego, un resentido. Señalar lo contrario sería sólo consecuencia de una lectura muy superficial de la novela.
-¿Qué tienen de animales sus personajes?
-Lo mismo que todos nosotros: hambre, sueño, frío y miedo. Esos resortes vitales los compartimos todos los mamíferos, y parece que también las aves. Eso nos iguala con los animales tanto a estos personajes como a nosotros. También está el deseo de aparearse, pero en eso mejor no entremos, jejeje.
-¿Conoce a muchos Guaquis, Anas, Gafas y 'Davíds'?
-Claro, a bastantes. No son seres especiales ni infrecuentes. Los hay por todos lados. Aunque me da la sensación de que también hay personas que tienen dentro trocitos o aspectos de unos o de otros. Seguramente yo mismo.
-Las descripciones de esas noches caóticas y de esas mañanas desesperanzadas son lo suficientemente vividas como para dar por hecho que usted es (o ha sido) un gato noctámbulo. ¿Se ha planteado domesticarse?
-Tengo que aclarar que hace veinte años que tuve veinte años, así que a estas alturas soy ya un gato, no domesticado, pero sí apalancado. Ahora sólo me gusta trasnochar rodeado de gente muy conocida, y prefiero hacerlo mejor un martes que un sábado.
-¿Qué le duele a sus personajes que también le duela a usted?
-La incertidumbre, el miedo, el deseo, la soledad, la represión, la precariedad, la incomunicación, la frustración, los sueños, los malentendidos, el tiempo, la cobardía, los fracasos, las barreras, el anhelo, los bloqueos, las dudas, el asco. ¿sigo?
-Están hundidos, pero no se rebelan. Ni siquiera se quejan demasiado. Se limitan a sobrevivir, en el mejor de los casos.
-Y eso es muy gaditano, creo. Lo cierto es que aquí la gente se queja mucho: en las barras de los bares, en las colas del autobús, en las charlas diarias y, cómo no, en las coplas de carnaval. Pero luego, a la hora de vertebrarse socialmente y tomar protagonismo ciudadano en la vida pública, cada cual va a sus asuntos y delega rápidamente en el primer tonto o tonta que pase por aquí. Si esta forma de actuar es producto de la inconsciencia social o de la sapiencia vital, eso ya no lo sé yo.
-¿No hay esperanza para la juventud de aquí?
-Para la juventud acomodada no sé, supongo que como en todos lados, pero para la lumpen-juventud, los hijos del paro, del trapicheo, del chapú, del subsidio in extremis, de la precariedad. en fin, esa clase neo-proletaria que llena los superpoblados barrios más populares de la ciudad, esa juventud que retrata la novela, toda una legión de jóvenes gaditanos y gaditanas, para ésos no está nada claro el porvenir. Ya sabemos que cada vez pasa más por el exilio.
-Aunque su prosa sea, a veces, arrebatada y los diálogos muy naturales, también está sembrada de poesía. ¿Es que no quiere, o es que no puede dejarla?
-Poder no sé si puedo o no, pero desde luego lo que no quiero es dejar la poesía. ¿Por qué iba a querer una cosa así? Soy poeta, que es una manera de estar en el mundo y de mirarlo. La apuesta estilística de 'Carne de gato' se basa, precisamente, en ese intento de aleación entre una prosa ágil, cinematográfica, nerviosa, realista. y a la vez cierta morosidad plástica, poética, sabrosona y visionaria. Si la mezcla ha salido bien o no, eso yo ya no lo sé. Quienes la lean tienen ahora la palabra.