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Lula besa a Dilma Rousseff, la nueva presidenta de Brasil. :: AP
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El cambio tranquilo de Brasil

Rousseff asume el legado de Lula sin renunciar a sus compromisos de campaña a medio plazo

MARCELA VALENTE
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El día después de una victoria que capitalizó sola, sin su padrino político, Dilma Rousseff, la flamante presidenta electa de Brasil, comenzó a armar el equipo que la acompañará en su nueva empresa. Al principio habrá más continuidad que cambios, pero muchos ya prevén que con el tiempo Rousseff imprimirá su marca al Gobierno. «Ella tiene total libertad para formar su equipo», aseguró ayer el secretario general del Partido de los Trabajadores, José Cardozo, un colaborador cercano. No obstante, Lula le aconsejó mantener al ministro de Economía y al titular del Banco Central, al menos en la primera etapa, para no alterar a los mercados.

Dilma Rousseff se tomará unos días de descanso y el fin de semana partirá con Lula hacia Mozambique y Seúl para asistir a la cumbre del G-20. Entretanto, un grupo de funcionarios que ella designará esta semana comenzará a gestionar la transición. La presidenta electa sabe que su triunfo ha sido fruto de la buena Administración actual y evitará hacer cambios que puedan ser interpretados como golpes de timón. Aunque dejó ver parte de su impronta personal en el pronunciamiento posterior a la victoria.

Rousseff ganó el domingo con el 56% de los votos, frente al 44% del conservador José Serra. Esa misma noche leyó un discurso en el que reafirmó sus compromisos de campaña. Lula no estuvo allí. Fue su primera escena como protagonista exclusiva de una nueva etapa en Brasil y mostró su juego. Si bien fue enfática en la idea de que las políticas de reducción de la pobreza no serán objeto de ajuste, la economista avisó de que será estricta con el gasto. «El pueblo no acepta más la inflación para resolver desequilibrios ni que se gaste más de lo que se puede», advirtió.

Libertad de prensa

Dilma, que fue la ejecutora del millonario Programa de Aceleración del Crecimiento, sabe que se enfrenta a un tiempo nuevo. La economía crece a buen ritmo y la inflación está contenida. Pero el real, la moneda nacional, está sobrevalorado y los tipos de interés altos, lo que podría erosionar el modelo de desarrollo. Con el real apreciado, las exportaciones caen y crece el déficit por cuenta corriente. De esa manera, el enorme mercado doméstico brasileño, que se expande con millones de nuevos consumidores cada año, resulta invadido por una producción barata e importada, un tema que preocupa cada vez más al empresariado.

Rousseff aseguró que el país no se cerrará al mundo, pero adelantó que en el contexto de la crisis global, el mercado doméstico se torna más importante que nunca. La sucesora de Lula también adelantó que fomentará «una amplia libertad de prensa» porque prefiere «el barullo de la prensa libre al silencio de las dictaduras».

En materia de política exterior, Rousseff mantendrá los actuales alineamientos. Con Estados Unidos podría haber un nuevo comienzo. Lula boicoteó el Área de Libre Comercio de las Américas y provocó el enojo de la nueva Administración estadounidense por su acercamiento al Gobierno iraní. Ahora comienza otra etapa.