editorial

La UE y su imagen

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El acuerdo alcanzado por la Unión Europea sobre la necesidad de dotar el Tratado de Lisboa de instrumentos de previsión de otra crisis financiera como la vigente es útil y defendible. Pero la posibilidad de que lo acompañen penalizaciones automáticas a los países que no cumplan determinados estándares de rigor presupuestario ha suscitado un malestar que ha impuesto un aplazamiento. Las críticas a la razonable decisión proceden de la tópica acusación al pretendido eje franco-alemán según la cual el insensible directorio Berlín-París decide e impone a los demás sus criterios. No hay tal cosa y, además, no se puede ignorar que, guste más o menos, la reconciliación franco-alemana de posguerra son el único combustible político de la UE. Otra cosa es que se olviden los procedimientos, se deje un poco demasiado de lado a la Comisión y se cometan errores de imagen, como el de comprobar que Merkel y Sarkozy habían puesto a punto el asunto en una reunión bilateral en Deauville. Por lo demás, habrá que ponderar mucho si los retoques a los Tratados imponen una ratificación país por país, con la pesadilla que fue tal proceso para llegar a donde estamos hoy.