Bonald repasa los principales momentos de su vida como lector
El autor jerezano intervino ayer en el congreso que lleva su nombre para hablar de los escritores que han dejado huella
JEREZ. Actualizado: GuardarRebuscar en la biblioteca de un escritor consagrado tiene que ser toda una experiencia. Saber si guarda best seller de otra época, si tiene tratados de pesca submarina o si el polvo se ha hecho ya fuerte entre las estanterías puede significar muchas cosas. José Manuel Caballero Bonald permitió ayer a los asistentes al congreso de su fundación curiosear virtualmente entre sus joyas literarias. ¿Con qué libro se adentró en la literatura aquel niño jerezano que años más tarde escribió títulos como 'Agata ojo de gato' o 'En la casa del padre'?
«La historia de una escritor está tan vinculada a los libros que ha leído como a los que ha escrito», aseguró nada más comenzar su ponencia 'Biblioteca particular', con la que pretendió hacer una «relación aproximada de mi aprendizaje de la literatura». El autor recordó cómo en el colegio de Los Marianistas se limitaban a aprender de memoria fragmentos de Fray Luis de León y la inevitable 'Canción del pirata', de Espronceda. «Nada me produjo especial interés», recordó. Pero si lo consiguió un profesor de literatura que le recomendó una selección de El Quijote. «Creo que fue entonces cuando empecé a pensar por mi cuenta, al margen de las convenciones educativas», aseguró.
El salto llegó con 'El rey del mar', de Salgari. Luego llegaron 'El lobo de mar', de Jack London y otros títulos de Conrad, Melville y Stevenson: «Tanta fue mi devoción que quise estudiar náuticas para emular sus hazañas», dijo.
Una enfermedad pulmonar lo dejó en cama y frustró sus intenciones marineras: «Durante el reposo leí sin orientación selectiva, de manera desordenada», contó Caballero Bonald. Pero poco después llegaron a sus manos poemas de Cernuda, Guillén, Alberti y Juan Ramón Jiménez, y fue ahí «donde se cristalizó mi afición poética».
Más tarde disfrutó de clásicos como La Odisea o 'Las soledades', de Góngora, que fueron «un auténtico deslumbramiento». «Se me hace difícil hacer una cronología de mi formación como escritor, no veo más que una profusión de títulos amontonados en mi memoria. Un libro llama a otro libro», dijo.
Otras de sus lecturas «perdurables» fueron 'Los cuadernos de Malte Laurids Brigge', de Rilke, y 'Las casa encendida', de Luis Rosales. También llegaron Rimbaud, Baudelaire, César Vallejo, Garcilaso, Quevedo y San Juan de la Cruz.