José Luis Rodríguez Zapatero escucha, ayer, la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba en la sesión de control en el Congreso. :: EFE
ESPAÑA

El PP apela al pasado de Rubalcaba para restar credibilidad al Gobierno

Los populares dicen que Zapatero ha recurido al «'felipismo', hundido por la corrupción y los crímenes de Estado»

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Alfredo Pérez Rubalcaba, como era de esperar, se ha convertido en el objetivo número uno de los ataques del PP, en la pieza a batir para gripar al nuevo Gobierno e impedir que los socialistas remonten en las encuestas en el año y medio que resta de legislatura. El partido opositor no tiene dudas de que el también titular de Interior es la apuesta política de Zapatero, el hombre clave del nuevo Ejecutivo, y en consecuencia ha decido someter al número dos del Gobierno a un marcaje parlamentario implacable cada semana para desgastar su imagen y credibilidad.

Los populares no se ocultan y ayer, en el primer pleno de control del nuevo Ejecutivo, pusieron las cartas sobre la mesa. Rubalcaba, cada miércoles, se enfrentará con la portavoz Soraya Sáenz de Santamaría y los diputados especializados en asuntos de Interior. Mariano Rajoy, en sintonía con la estrategia, planteó ayer un debate de bajo perfil con Zapatero y cedió el protagonismo al duelo de sus diputados con el vicepresidente.

Sáenz de Santamaría sostuvo que el vicepresidente encarna «más de lo mismo» -«mismas políticas, mismos fracasos»- y que su nombramiento solo busca vender humo y ocultar una tasa de paro abrumadora y los profundos recortes sociales. Los portavoces de Interior, en esta ocasión Rafael Hernando e Ignacio Gil Lázaro, desenterraron su pasado político e identificaron al vicepresidente como el rey de «las cloacas del Estado», el ministro del GAL y del 'chivatazo' a ETA, y el jefe de policía política que persigue al PP y se niega a investigar al comisario que habría ayudado a los imputados en la 'operación Malaya'. Para el partido opositor, Rubalcaba no es más que un «anacronismo» de los gobiernos de Felipe González.

Rubalcaba demostró que no es pieza fácil. Sentado a la izquierda de Zapatero, aguantó -en apariencia sin inmutarse- la catarata y contraatacó. Amplió la lista de etiquetas con las que comenzó a definir el viernes al partido opositor y a los epítetos de machista y vago añadió el de «profundamente antisocial». Conminó a Rajoy a reflexionar sobre si una formación que aspira a gobernar puede utilizar «una táctica de delincuentes» como es «atacar a la Policía y a las instituciones del Estado de Derecho» para «defender a los presuntos corruptos» que hay en sus filas. El presidente del Gobierno, que le acompañó en el banco azul hasta que terminó el duelo, comentó que Rubalcaba estuvo «muy bien» ante la «muy clara» estrategia del PP contra su mano derecha.

«Usted tapó los GAL»

El número dos del Ejecutivo escuchó como Sáenz de Santamaría decía que «le han encargado explicar mejor lo mal que gobierna Zapatero» y que, haciendo chanzas con su titulación universitaria, añadía que «hace falta más que química para convertir la mentira en verdad». No obstante, los ataques más duros fueron los de Hernando, quien tras adelantar que «tiene fantasmas que le van a perseguir toda la vida», le dijo que «tapó los GAL y pagó el silencio de Amedo» .

El punto más tenso, sin embargo, llegó con la pregunta de Gil Lázaro, quien aseguró que el 'caso Faisán' «lleva la marca de Rubalcaba, la de la manipulación, la mentira, la traición y el escándalo» y que él y Zapatero son «las equis» de la conspiración, quienes ordenaron el 'chivatazo' a ETA para frustrar en 2006 una redada contra la banda. Como colofón definió al vicepresidente como «el representante del 'felipismo', hundido por la corrupción y los crímenes de Estado».

Rubalcaba, que mientras escuchaba comentó a Zapatero «mira lo que tengo que aguantar cada miércoles», recordó al diputado del PP que le había preguntado 26 veces sobre este asunto, lo que supone «una hora de insultos y calumnias a mí, al Gobierno y a muchos policías que se juegan la vida en el País Vasco».

El vicepresidente, que como muestra de desprecio sólo usó la mitad del tiempo tasado para la respuesta, dijo a Gil Lázaro que lo bueno desde ahora era que, dado su nuevo cargo, todos se iban a enterar de sus insultos, pero que para desgracia del parlamentario opositor sus palabras «figurarán siempre en el diario de sesiones, para su oprobio y el de su grupo».