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Alcántara en Pennsylvania

Hay una genealogía mayor desde Larra de escritores cuya mejor versión está en sus artículos

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En el Dickinson College de Pennsylvania hoy se le tributa un homenaje a Manolo Alcántara, el último gran maestro del articulismo literario español. En este viejo campus liberal, entre edificios de piedra y coníferas con el color del otoño ya desplomado, hay carteles con su nombre como en los afiches de los viejos campeones de la edad de oro del box que él convirtió en crónicas de literatura mayor con el 'punch' de Aldecoa o de Hemingway. Alcántara es autor de sonetos memorables pero aquí se le hace además el reconocimiento al decano de la columna, al último grande, quizá ya una especie en extinción en el nuevo biotopo digital del periodismo. A pesar de todo resiste, con su vieja Olivetti y su gramática limpia, rodeado pero sin rendirse al destino como Custer en Little Big Horn.

El artículo ya tiene abiertas las puertas de la Literatura tras dos siglos en la trastienda. La Academia, con el ingreso de Fernanflor en 1898, le había puesto el sello de literatura menor. La historia del género está llena de prejuicios al tratarse de obra publicada por los escritores para comer; lo que Clarín llamó 'la ley del garbanzo'. Unamuno llegó a hacer más de una pieza diaria, Azaña le reprochaba a Pérez de Ayala que dilapidara así su talento, Ramón a sí mismo en su 'Automoribundia', y Maeztu escribió «esto me está matando». Pero en la vieja España liberticida, esa Literatura compensaba la verdad prohibida en los periódicos. Escribir en España era llorar, había escrito Larra; o incluso morir, añadió Cernuda. El caso es que por falta de libertad o de pan, o más bien por ambas, los grandes escritores volcaron en el artículo un talento asombroso. Hay una genealogía mayor desde Larra de escritores cuya mejor versión está en sus artículos, sin duda Camba, quizá Pla, desde luego Ruano y Alcántara con sus sonetos del periodismo.

Los articulistas son escritores con los que el lector acaba por tener una relación 'ethica'. A fuerza de leerles cada día, durante años, con el primer café o el último gin-tonic, los lectores llegan a establecer con ellos una intimidad casi personal, llena de 'feelings'. Al final no se leen artículos, sino articulistas. Los lectores han visto a Manolo envejecer, defender sus 'drymartinis' y el humo cordial del tabaco, elegir siempre el lado moral de los que sufren, retirarse al sur a mirar el mar «y no pensar en nada» como Machado, y amar el fútbol. En otros lugares quizá el reportaje sea el género de su Modernidad; aquí es la columna. Por eso hoy, en esta vieja Universidad de artes liberales fundada por un testigo de la Declaración de Independencia, se leen versos y artículos de Alcántara, el último gran maestro de la genealogía mayor del articulismo literario.