De las tinieblas a la luz
Actualizado: GuardarMiguel García Tébar ya no volverá a jugar al fútbol, deporte al que casi ha entregado su vida. Afortunadamente ha sobrevivido a la dentellada que la muerte le propinó a la una y cuarto del mediodía del pasado domingo. Las imágenes han conmocionado a toda España. Corría el minuto 59 del partido que su equipo, la Unión Deportiva Salamanca, disputaba contra el Betis en el Helmántico, cuando Miguel cayó a plomo sobre el cesped, fulminado por un infarto. A su mujer, Vanesa, que con su hija de 3 años presenciaban el partido en las gradas, también se le rompió el corazón. Como a todos los jugadores que estaban en el campo. Tanto sus compañeros del Salamanca como los del Betis rompieron a llorar sin consuelo al verle como un muñeco tirado en el centro del campo. Todos sintieron el escalofrío de otro Antonio Puerta, otro Dani Jarque, otro jugador muerto. El padre de Miguel, Dionisio, que veía el partido por televisión, pensó lo mismo: «Mi hijo se me ha ido». Se lo contaba ayer por la mañana en la UCI del hospital al director deportivo salmantino, Baltasar Sánchez ‘Balta’, y al médico del club, José Ignacio Garrido.
Los cardiólogos que atienden a Miguel en el hospital Universitario de Salamanca le informaron de que el infarto le obligará a colgar las botas. Para un futbolista de 31 años parece un duro revés, casi una tragedia, pero el ‘6’ del Salamanca se lo ha tomado bien. «Hasta me ha gastado una broma sobre un asunto que teníamos pendiente», comentó Balta, aún sin recuperarse del sufrimiento y de la tensión vividos durante las últimas 48 horas. Su familia, sus amigos y compañeros restan trascendencia a la noticia. «Lo importante no es que deje o no deje de jugar al fútbol, lo más importante es que viva», confesaba ayer con afecto Vicente Ferrer de la Rosa, el gerente del Albacete Balompié, que le conoce desde que era un chaval, ha seguido cada uno de sus pasos y esperaba tenerle pronto de vuelta en su club.
Miguel García había nacido para ser futbolista y ya de niño, en el cole de Albacete, empezó a dar patadas al balón, a pelear y a soñar con ser uno de los grandes. Se enroló en el club de su ciudad natal y pasó por todas las categorías hasta llegar al primer equipo, el Albacete Balompié (Alba), donde debutó en la temporada 2001/02. Se forjó en ese club que ayer mostró su dolor y la solidaridad con la familia y el Salamanca.
En el Albacete era muy querido y lo sigue siendo. No sólo Vicente Ferrer elogia las cualidades humanas y profesionales de Miguel con palabras como «cariñoso, noble, buena persona, alegre, y con una izquierda muy buena»; hasta el encargado del campo, Pepe ‘el Carteles’, recuerda sus virtudes con emoción : «Era muy majo, muy noble y una gran promesa; lo digo yo, que le conozco de toda la vida».
Con la broma en la boca
Si Miguel García tiene un don, aparte del de su pierna izquierda (es zurdo y tal vez por eso admira a Zidane) es el de hacerse querer por la gente y por sus compañeros. Balta destaca su gran profesionalidad en el campo: «Es un fenómeno, profesional al 100%, con un carácter fuerte que le permite soltar las verdades y le impide buscar excusas para justificar las cosas. Sabe lo que tiene que hacer en cada momento, dentro y fuera del campo». Dentro, como centrocampista era fuerte y con gran potencial. Fuera, en el vestuario, el ‘Pepe Reina’, siempre con la broma y la ironía a flor de boca, capaz de desdramatizar y relajar a sus colegas. Entre sus compañeros de equipo, Kike recuerda que en cuanto llegó al club salmantino se ganó el cariño de todos: «Trata de ayudar, se hace querer, es alegre y siempre tiene alguna chispa que soltar. Me parece un gran jugador, un portento físico».
Marcos Márquez, un amigo íntimo con el que Miguel llegó al Salamanca desde Las Palmas, recuerda la incertidumbre y el miedo que pasó durante aquellos cuatro minutos que transcurrieron en el estadio, hasta que fue reanimado con el desfibrilador y subido a una camilla con la consciencia recuperada. «Miguel es una gran persona y un gran compañero, pero si lo que le pasó a él le hubiese sucedido a otro, hubiéramos sentido lo mismo. Gracias a Dios todo quedó en un susto y lo importante es que esté estable, ya habrá tiempo de pensar en lo demás». Nauzet Alemán, fue otro de los que lloró. Este jugador del Valladolid, que coincidió hace dos campañas con él en Las Palmas, cree que es una bellísima persona y compañero, «tranquilo, dialogante, siempre me animaba cuando fallaba en algo, es una persona espectacular porque para mí lo tiene todo».
Muchos jugadores se acercaron ayer al hospital, pero no consiguieron verle. El deseo de Kike o de Marcos y de todos es darle un fuerte abrazo, todo lo fuerte que les permitan los médicos. El dolor y la angustia compartidos estrechan aún más la amistad. Después de aquel momento «espeluznante», Miguel «ha vuelto a ver el sol». El infarto de miocardio le robó 25 interminables segundos, pero la pericia y la rápida asistencia médica lograron resucitarle. Un corazón de ‘Champions’ como el suyo no se podía quedar parado. Ahora, se impone la serenidad. «Miguel es una persona sensata, lo asimilará y dentro de dos años quedará en una anécdota», concluye Balta. Todos creen que seguirá ligado al fútbol, aunque no juegue. Atrás queda la estela que este jornalero del fútbol ha dejado durante una década en siete clubes. Una estela de admiración y cariño.