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El piloto de Ferrari, Fernando Alonso, celebra en el podio su triunfo en el Gran Premio de Corea. :: AP
Deportes/Motor

Un gran salto al título

Una caótica carrera deja al español al frente de la competición y con opciones para ser campeón en el próximo Gran Premio de Brasil Alonso gana en Corea tras el abandono de Webber y Vettel

ENRIQUE YUNTA
YEONGAM (COREA DEL SUR).Actualizado:

En su carcajada contagiosa, justo después del «avanti Fer, avanti» que jaleaban histéricos a través de radio Ferrari, se palpaba una alegría que trascendía a una simple victoria. La de Corea del Sur, escenario impuesto por Ecclestone que deparó un Gran Premio de incertidumbres con final feliz, vale 25 puntos igual, pero la dentellada de Fernando Alonso conlleva el liderato de un Mundial que se le pone a huevo, catapultado a lo más alto después del despropósito de Red Bull. Tan bonita resulta la historia que el español, sentenciado antes de hora por muchos, podría ser campeón incluso en Brasil, penúltima parada de esta travesía que ha dejado prácticamente fuera de combate a Button (a 42 puntos) y muy magullado a Vettel (25). Webber (11) y Hamilton (21), segundo ayer en un podio que completó Massa, están al rebote por si falla Alonso.

La lluvia torrencial hizo su elección natural y decidió pasar la tarde en el descampado de Yeongam, superado ante el castigo meteorológico que convirtió los accesos en un barrizal y el asfalto en una pista de patinaje impracticable. Las cosas mal planeadas no acostumbran a salir bien del todo y Corea es víctima de sus prisas mientras que a Ecclestone le condena su avaricia, al ser el máximo responsable de que hubiera competición. Líneas y líneas a la basura, teorías pretenciosas sobre la curva tres en el olvido y una salida con el coche de seguridad diez minutos más tarde de lo previsto, convirtieron el inicio de la prueba en un sinsabor que tuvo como colofón la bandera roja a las tres vueltas, quejosos los pilotos por el pinganillo, denunciando al unísono que era imposible circular en esas condiciones.

Para lo bueno o para lo malo, la lluvia siempre da noticias y alegra al espectador que busca diversión más allá de las válvulas del vehículo. Casi una hora después de los bostezos, extendida la rumorología en el 'paddock' sobre la posible suspensión definitiva de la carrera, se retomó el espectáculo en idénticas condiciones y con disparidad en los comentarios en esta ocasión. «Se puede correr, no llueve más que en otros fines de semana», exigía Lewis Hamilton, necesitado de puntos. «No lo tengo claro, hay mucha agua», apostillaba Vettel, encantado con la idea de transitar sin mayores complicaciones en su primera posición.

Ganó el espíritu aventurero y se lanzaron los coches con relativa cautela cuando la pista quedó liberada para la batalla. Sin embargo, un imprevisto atormentó al garaje de Red Bull cuando vieron el coche de Webber deslizarse sin control hacia el abismo en su segundo abandono del curso, líder a regañadientes ya que el niño mimado en la escudería de los descastados toros es Vettel. Bueno, así lo ha querido el destino, pensaron entonces, pero nadie imaginaba cómo iba a acabar la película. De tener el Mundial en el bolsillo, candidatos siempre a las victorias por su abrumadora superioridad en las jornadas sabatinas, pasan ahora a cruzar los dedos.

Intercambio de regalos

Con más de medio viaje por hacer, intermitente el goteo que llegaba del cielo, los tres favoritos: Vettel, Alonso y Hamilton convivieron con cierta armonía en las tres primeras plazas hasta que un error de Fernando Alonso y el equipo Ferrari en el cambio de gomas dejaba libre el camino a Lewis Hamilton. Problemas con una tuerca, otra vez, pero el piloto le devolvió el regalo con un fallito para restaurar la lógica.

Un ángel se cruzó en el camino de Alonso, que a lo largo de un año acaba apareciendo casi tantas veces como lo hizo el demonio en la etapa de vacas flacas para Ferrari. El bólido de Vettel chirriaba y su motor dijo basta a menos de diez vueltas, un regalo caído del cielo para Alonso, que galopó libremente hacia la gloria para instalarse en las alturas. No vestía de amarillo desde la segunda carrera -ganó la primera en Bahréin e hizo cuarto en Australia- y, desde la prudencia, se siente más guapo que nunca. Su golpe en Corea le deja en la bandeja de salida hacia su tercera corona.