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En los viajes migratorios en busca de alimento, de lugares de apareamiento y cría, perecen decenas, cientos, miles de ejemplares. / National Geographic
BIODIVERSIDAD

Migra o muere

Numerosas especies animales afrontan largos desplazamientos como una estrategia de supervivencia colectiva

ARANTZA PRÁDANOS
MADRID Actualizado:

La vida es movimiento, pero el movimiento a veces implica la muerte. El axioma es válido para innumerables especies migratorias. El hombre es una de ellas -esos subsaharianos jugándose el tipo para llegar a Canarias, los latinoamericanos a través del Río Grande, o los balseros cubanos-, y hay muchas otras; del cachalote al murciélago volador de Australia, del albatros de ceja negra a la medusa dorada. La lista es interminable, como la trashumancia que practican, practicamos, generación tras generación.

A diferencia del 'homo sapiens', en el reino animal la migración es un imperativo biológico. No se elige. Se lleva en el código genético. Es una estrategia evolutiva de supervivencia colectiva. El individuo no cuenta. Importa el grupo, la manada. Sólo así se entienden odiseas asombrosas como las protagonizadas en la naturaleza por algunas especies. En esos viajes migratorios en busca de alimento, de lugares de apareamiento y cría, perecen decenas, cientos, miles de ejemplares. Los que escapan de las fauces del cocodrilo, de las aves de rapiña o cualquier otro depredador al acecho, los que se sobreponen al agotamiento, la sequía o el calor extremos, garantizan la continuidad de la comunidad.

Muchos animales afrontan migraciones mortales porque "sólo hay algo peor que migrar y es quedarse" a esperar una muerte segura de hambre o frío, afirma David Hamlin, productor de 'Grandes Migraciones', la apuesta documental "más ambiciosa" de National Geographic "en sus 122 años de historia".

La serie arrancará en todo el mundo la primera semana de noviembre (primer capítulo, domingo 7 en España) en el canal televisivo de la sociedad. Siete episodios representativos de la gran carrera por la supervivencia de mamíferos, aves, insectos, con los que se pretende -dice Hamlin- "entender qué hay detrás" de ese flujo incensante en el reino animal, contar sus historias en alta definición y con un despliegue de medios técnicos inédito. Casi tres años de rodaje en más de 20 países y 676.000 kilómetros recorridos en cinco continentes.

De la sabana al hielo

Todas las primaveras cientos de cebras abandonan el mayor delta interior del mundo, el del Okavango, en Botswana, y se lanzan a una infernal caminata de 250 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a temperaturas inimaginables para llegar a un desierto de arena y sal. La razón, la mezcla de ambos compuestos es rica en minerales que el organismo de la cebra necesita. Debilitadas por el esfuerzo, muchos ejemplares se queda en el camino, víctimas de leones, leopardos o hienas.

Hay historias de sabana -ahí están también los ñúes y su célebre migración a cientos de miles en el Masai Mara, entre Kenia y Tanzania- e historias en el hielo menguante del Ártico. La morsa del Pacífico vive en las aguas de la plataforma continental ártica de los mares de Bering y Chukotsk. Su hábitat natural son los grandes bloques de hielo desgajados de la banquisa, lo suficientemente sólidos como para alojar a una manada de gigantes de hasta 3,7 metros de longitud y más de 1.300 kilos en el caso de los machos. Allí se aparean y crían, en primavera, pero el cambio climático lleva años adelgazando la capa de hielo ártica, los témpanos densos escasean y las morsas no pueden nadar largas distancias sin escalas. La migración estacional en busca del hielo se cobra cada año más víctimas.

Quizá una de las historias más conmovedoras es la gran migración de la mariposa monarca. Una epopeya a gran escala que necesita de cuatro generaciones de lepidópteros para cerrar un ciclo perpetuo de vida, muerte y regeneración. Cada otoño casi 250 millones de monarcas, con su patrón cromático característico, naranja, negro y blanco, mariposas año emprenden un viaje de ida y vuelta entre Canadá y México, más de 9.000 kilómetros a lo largo de los llamados 'corredores del néctar' de la planta de algodoncillo, hospedera principal de las monarcas. Cuando, al año siguiente, empieza la migración de invierno, varias generaciones de mariposas ya son historia y son las tatatarnietas de las mariposas del año anterior las que retornan al punto de partida. Ninguna veterana las guía, sólo el GPS impreso en sus genes.

Algunas migraciones fueron una sorpresa. El cobo de orejas blancas, un pequeño antílope del sur de Sudán, se daba por extinguido después de tres décadas de guerra civil. No lo está. Casi un millón de ejemplares habían sobrevivido migrando entre zonas inaccesibles de la sabana más remota del planeta.

Como cualquier migrante los cobos tienen una historia compleja detrás. Y como entre los humanos, son historias de redención, pérdida, sufrimiento y éxito. "Queríamos mostrar no sólo su belleza, sino su contenido profundo y contribuir a su supervivencia en un mundo cambiante", destaca Hamlin.