María Teresa Fernández de la Vega y Alfredo Pérez Rubalcaba se besan durante el acto institucional de la Moncloa. :: EFE
ESPAÑA

Zapatero precipitó la crisis tras saber que De la Vega estaba dispuesta a irse

«Cuando uno está en el Gobierno, siempre debe tener la maleta hecha», asevera la ex vicepresidenta

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«La decisión solo se produce cuando descuelgas el teléfono y llamas a la primera persona a la que entiendes que debes llamar». Cuando José Luis Rodríguez Zapatero justificó de esta manera el haber negado de manera explícita y hasta el último minuto su intención de acometer una profunda crisis de Gobierno, estaba dando una pista de cómo se desencadenaron los hechos.

Solo la convicción de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, de que había llegado el momento de ser sacrificada, empujó al jefe del Ejecutivo a tomar la decisión. Cuando el domingo por la tarde regresó de celebrar un mitin y tomarse un café con periodistas en Ponferrada, llamó a su entonces número dos para mantener con ella una larga reunión que se prolongó por casi tres horas.

En ese momento, según fuentes conocedoras de la conversación, la idea de una crisis gubernamental en toda regla era solo una opción en la cabeza de Zapatero. No había tomado aún la determinación de dar la vuelta al ala política de su gabinete, aunque llevaba varios meses pensando en qué cambios serían los idóneos para dar un impulso a la acción de Gobierno.

Fue la vicepresidenta quien le desbrozó el camino al mostrar su convicción de que debía aprovechar el relevo del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, para hacer un cambio de más calado y, ahora ya sí, después de seis años largos y mucho resistirse a los empellones de auténticos pesos pesados del PSOE -nunca estuvo en la órbita de José Blanco ni en la de Alfredo Pérez Rubalcaba-, prescindir de ella. «Cuando uno pertenece a un Gobierno democrático -señaló en su despedida la propia Fernández de la Vega- siempre debe estar con la maleta hecha».

Es cierto que la voluntad de la vicepresidenta primera ha sido siempre intocable para el líder del PSOE. En 2008, frenó sus planes de desposeerla del Ministerio de la Presidencia para otorgárselo a su fiel jefe de gabinete, José Enrique Serrano. Y para el recuerdo quedan golpes de autoridad como la renovación en el cargo del jefe del CNI, Alberto Sainz, en contra de los deseos del ministro del Interior y la de Defensa, Carme Chacón, o su negativa a llevar el almacén nuclear al municipio de Zarra, en la Comunidad Valenciana, cuando ya el ministro de Industria, Miguel Sebastián, daba el proceso técnico de elección por concluido.

El presidente del Congreso, José Bono, abonó esta versión de que fue la vicepresidenta quien decidió echarse a un lado con convicción. «Me consta que lo ha dejado por su propia voluntad porque el presidente ha contado con ella hasta para producir su relevo», aseguró a Europa Press. Quienes conocen los pormenores de la conversación que mantuvieron el domingo en el palacio de la Moncloa Zapatero y la, hasta ahora, coordinadora el Gobierno afirman que de haber conducido ella la charla por otro camino, el jefe del Ejecutivo se habría limitado a cambiar a Corbacho por Valeriano Gómez como había apuntado.

Con todo, esta vez se han vuelto las tornas. María Teresa Fernández de la Vega se marchará a trabajar en el Consejo de Estado porque así se lo ha pedido el presidente del Gobierno y no porque sea el destino profesional con el que siempre soñó. Es probable que se embarque además en otros proyectos pero, pese a asegurar que estaba preparada para irse, aún no ha tenido tiempo para pensarlo. El miércoles pasó seis horas reunida en su despacho con su sucesor, al que ayer se veía exultante durante el protocolario traspaso de carteras.

Para la ex portavoz del Gobierno fue, en cambio, un día de emociones encontradas. Como probablemente, lo fue -aunque en menor medida- para la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, ahora ministra de Sanidad e Igualdad.

El trío en la 'jugada'

Sus detractores ven como un triunfo el hecho de que ya no ocupe un puesto de tal relevancia en el partido, pero Zapatero sigue considerándola uno de sus valores. Estaba, de hecho -junto a los grandes triunfadores, Blanco y Rubalcaba- en la «jugada» de la crisis. Fue una de las primeras en ser informadas de sus pormenores y Zapatero consultó con ella el nombramiento de su sucesor, Marcelino Iglesias. «He tenido la suerte y la responsabilidad de compartir con él, en calidad de secretaria de Organización del PSOE, este cambio, esa idea de reforzar el Gobierno con mucha determinación para darle una salida contundente y política a la crisis», señaló la flamante ministra de Sanidad.

Ya en junio Zapatero tenía pensada una remodelación a fondo de su equipo ministerial. Solo esperaba el momento adecuado. El tropezón de las primarias de Tomás Gómez hizo pensar a algunos que los planes de poner en manos de Blanco y Rubalcaba las riendas del partido y el Gobierno se venían abajo. «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud», ironizó el vicesecretario general del PSOE y ministro de Fomento ayer en su blog. una alusión que puede ir dirigida tanto al PP como a sus detractores en las filas socialistas.

Pasado el disgusto y visto que el horizonte de estabilidad parlamentaria se despejaba gracias al pacto con el PNV, el jefe del Ejecutivo retomó su idea. Con la vía libre dada por Fernández de la Vega, el jefe del Ejecutivo se puso en manos de sus dos principales estrategas políticos. Primero, amarró el acuerdo presupuestario con los nacionalistas vascos y canarios, y el martes se dedicó a comunicar al grueso de los afectados sus planes.

Aunque en algún caso, como el de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, olvidara levantar el teléfono. Según testigos, la ya secretaria de Estado descubrió el pastel el miércoles por la mañana al salir de una entrevista y cuando todo estaba ya publicado.