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Raúl Posadas: «Durante el juicio se ha mentido descaradamente»

Uno de los afectados recuerda cómo vivió aquel desgraciado suceso, del que ahora se juzga a los presuntos responsables

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Hace siete años que Raúl Posada, un vecino de Chiclana de 27 años, es incapaz de ver lo fuegos artificiales de la Feria, si no es desde su casa. Prefiere no acercarse al ferial. Su novia, María José, ni siquiera puede oír el ruido de las explosiones sin que le vuelva a la memoria de aquella terrible noche de junio. Él sólo tiene que mirar la cicatriz de su pierna derecha para recordarlo todo.

Ambos fueron afectados en el accidente pirotécnico que causó medio centenar de heridos en la Feria de San Antonio de 2002, en Chiclana, cuando un error en el castillo de fuegos artificiales que debían poner el broche a la fiesta, acabó en una lluvia de cohetes sobre el público que esperaba ver el espectáculo. A Raúl le cayó un ascua en una pierna y su novia, aunque no llegó a quemarse, «todavía no lo ha superado», recuerda el chiclanero, que dice «haberla visto llorar y asustarse mucho cuando oye un petardo». «Yo he perdido masa muscular y sensibilidad», asegura. Demasiados daños, según él, para los 6.000 euros que le ofrecieron como indemnización.

El joven ha estado presente esta semana en las dos sesiones del juicio por este terrible accidente, en el que están acusados dos ex concejales del Ayuntamiento chiclanero, que se han declarado inocentes. Raúl, en cambio, asegura que «han mentido descaradamente».

Él y su novia estaban sentados juntos en el paseo al lado del ferial, cuando comenzaron a caer los cohetes: «Primero vi uno rojo en el agua, luego otro azul y me levanté para decirle a un vigilante que había junto a una valla que la quitara, para huir, pero me dijo que no». Entonces un fogonazo verde se le incrustó en la pierna. «Estuvo ardiendo 15 segundos, pero se me hizo eterno». Histérico, apartó al vigilante y tiró la valla, por donde huyeron muchos afectados, pisándose unos a otros.

Como el resto de víctimas que han declarado ante la jueza de lo Penal de Cádiz, también él considera que aquel 16 de junio falló la seguridad en aquel mirador frente al lago, que según la acusación se convirtió en una ratonera de la que no se pudo salir. Algo con lo que Raúl coincide: «De no estar aquella valla, no me habría dado el cohete. Dicen que ese lugar no estaba dispuesto para ver los fuegos, pero se llevaron semanas anunciando en carteles y la radio que sería un espectáculo nuevo sobre el lago; por eso fuimos allí».