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ESPAÑA

DON TANCREDO RAJOY

Centra su discurso en la economía, convencido de que el tiempo juega a su favor por la crisis y por la aparición de las primeras fisuras en el PSOE El líder del PP no se moja ante las angustias de Zapatero y evita pronunciarse en cuestiones que pongan en riesgo su supremacía en las encuestas

ANTONIO MONTILLA
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Mariano Rajoy encarna, en este intenso otoño político, la imagen del que aguarda con paciencia sentado en el umbral de su casa a que pase el cortejo fúnebre con el cadáver del adversario. No le falta razón. El líder del PP, pertrechado tras unas encuestas que le otorgan hasta 14 puntos de ventaja sobre José Luis Rodríguez Zapatero, evita desde hace meses entrar en terrenos pantanosos que pongan en peligro su excelente perspectiva electoral. Sus ruedas de prensa este año se cuentan con los dedos de una mano. Hay charcos institucionales, morales o sociales en los que, sencillamente, no se mete o se queda en la orilla. La voz de Rajoy solo se escucha con fuerza y determinación en lo que, dice, «preocupa por goleada» a los españoles: el paro y en la crisis económica.

El jefe de la oposición no es un fanático de los toros, lo suyo es el fútbol, el ciclismo y los deportes en general, pero ha escogido un lance taurino, el de don Tancredo, para asegurarse un recorrido sin sobresaltos hasta la Moncloa. Don Tancredo fue un valenciano que a finales del siglo XIX se lanzó al ruedo y se quedó quieto como una estatua con la esperanza de que el morlaco pasara a su lado sin reparar en su presencia. El riesgo, para que digan que no se expone, es que a veces sale bien, pero a veces, no. Rajoy, de momento, sigue fiel a esa filosofía y se pone de perfil ante cualquier discusión bizantina que irrite a la «gran mayoría sensata de españoles que vive alejada de cualquier extremismo», según defiende el propio presidente popular.

En consecuencia, que nadie espere a Rajoy pontificando sobre la apertura de tumbas en el Valle de los Caídos, ni sobre los abucheos a Zapatero en el Día de la Fiesta Nacional, por citar dos controversias de esta semana, y mucho menos sobre la corrupción que afecta a dirigentes y muy altos cargos públicos de su partido o las polémicas sobre designación de candidatos. Es más, cuando apenas comenzaba a despuntar su favoritismo en los sondeos de intención de voto, evitó la tentación de lanzarse a una cruzada de temas tan espinosos para sus seguidores más conservadores como la ley del Aborto o la reforma del Estatuto de Cataluña.

En ambos casos, el PP se ha limitado a «cumplir con su obligación» y presentar sendos recursos ante el Tribunal Constitucional. La victoria parcial en el caso del 'Estatut', lejos de convertirse en un botín, supuso el carpetazo a una cuestión que el PP había convertido en caballo de batalla. Muy lejos queda ya el 'España se rompe', con el que los populares advertían la pasada legislatura y al principio de esta sobre los males de la carta de autogobierno catalán que salió de las Cortes Generales.

Rajoy pondera más en su estrategia opositora los errores del contrario que sus propios ataques. El líder de la oposición otea desde su atalaya a un Zapatero, a su juicio, divorciado de la ciudadanía y muy censurado por sus aliados tradicionales -hasta el punto de que los sindicatos convocaron una desigual huelga general- por congelar las pensiones, bajar las remuneraciones a los funcionarios y aprobar una reforma laboral que abarata el despido. Observa a un líder socialista que encima es cuestionado dentro de su partido tras la derrota de su candidata en las primarias del PSOE de Madrid y las insubordinaciones de algunos de los barones autonómicos.

Pero el líder del PP, para desazón de parte de los dirigentes y de la militancia, prefiere dar un paso atrás pese a la debilidad de su oponente. Se le reclama mayor concreción y contundencia, tanto para asestar el golpe definitivo a Zapatero como para solucionar cuestiones internas como los casos de presunta corrupción que afectan a varios de sus dirigentes en la Comunidad Valenciana y para cerrar el debate en Asturias sobre la conveniencia o no de que Francisco Álvarez Cascos sea el candidato del Partido Popular en las elecciones autonómicas.

Inteligencia sin riesgos

Unas críticas que, en cualquier caso, nadie comparte de manera global en la actual cúpula del PP. «Rajoy hace una oposición equilibrada, contundente, pero desde la inteligencia y sin arriesgar el proyecto centrista del PP», comenta Javier Arenas, vicesecretario general de Política Autonómica. Sostiene, además, que el presidente del PP «no caerá en la trampa» de responder a debates estériles. «La preocupación del 95% de los españoles son el empleo y las dificultades económicas y sobre eso es de lo que habla Rajoy», insiste el incombustible dirigente.

Otros referentes del PP, como José María Aznar, sin referirse de forma expresa a la estrategia de Rajoy -al que dice que apoya «sin reservas»- reflexiona sobre la conveniencia de acometer un gran proyecto nacional de «regeneración y reformas». El objetivo es, según el ex presidente, «restablecer la confianza, el vigor y la plenitud de las instituciones; restaurar la cohesión de la sociedad española e, incluso, un cierto sentido de fraternidad entre españoles». Rajoy escucha, mas no se pronuncia sobre esos planteamientos.

La sombra de Aznar siempre planea sobre el actual jefe de filas del PP, aunque la sintonía entre ambos ha mejorado desde el decisivo congreso de Valencia de 2008, donde el presidente del partido opositor salvó con holgura su liderazgo. «Rajoy no es Aznar, lo mismo que la sociedad española de 2010 no es la misma que la de 2008», se apresuran a replicar desde Génova cuando se plantea este paralelismo.

Pero la estrategia de Rajoy también proporciona al PSOE uno de sus principales mantras de ataque a la estrategia de oposición del PP. Los socialistas acusan a Rajoy de «olvidarse de España» en su afán por llegar a la Moncloa lo antes posible. En concreto, reprochan al líder de la oposición su negativa a tirar del carro, es decir, a no apoyar ninguno de los pactos propuestos por el Gobierno para paliar los efectos de la crisis económica, ni siquiera las medidas para reducir el déficit de las cuentas públicas o la reforma laboral, dos banderas que el PP ha enarbolado durante toda la legislatura. Otros ejemplos, los pactos de Educación, de la Energía o los acuerdos de Zurbano.

«Eso es absolutamente falso -replica un cualificado portavoz de la dirección nacional-. El PP ha apoyado y apoyará al Gobierno en aquellas decisiones que beneficien al conjunto de los ciudadanos, lo que no va a hacer el PP es secundar la congelación de las pensiones, la rebaja de sueldos o las reformas que se limiten a abaratar el despido y no a crear empleo».

La agenda imposible

Quien sopese que las críticas van a hacer cambiar la táctica de Rajoy carece de algunos datos sobre la forma de actuar del jefe del principal partido de la oposición. Su hoja de ruta pasa por mantener su «agenda imposible», como la definen sus colaboradores más cercanos. Esto es, visitar dos o tres comunidades cada semana, redoblando su presencia en Cataluña -las autonómicas son en noviembre- y en aquellas autonomías donde el PP confía en poder arrebatar al PSOE el gobierno, caso de Castilla-La Mancha, donde Dolores de Cospedal se perfila como sustituta del socialista José María Barreda.

Rajoy exhibirá el currículum del PP como partido generador de empleo -incidiendo en los éxitos de los gabinetes de Aznar- y su cúpula pondrá el acento en que los populares cuentan con un líder «serio, solvente y que no miente a los ciudadanos» frente a la «endeblez» y las «ocurrencias» de un Zapatero «derrotado» y cada vez «más solo». La primera cita para refrendar esa tesis será el martes, en el debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales, cita que Rajoy mima y prepara a conciencia junto a su equipo económico. Ya ganó la del año pasado a una bisoña Elena Salagado, y espera repetir éxito.

«Unos temas serán más mediáticos que otros, pero nuestro único interés es ocuparnos de los problemas de la gente», machaca Ana Mato, vicesecretaria de Organización del PP. Esto significa que la solución a los enigmas del candidato en Asturias o las posibles suspensiones temporales de militantes en Valencia, entre ellos nada menos que el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, llegará «cuando toque». ¿Cuándo será eso? Difícil pregunta si la respuesta la tiene que dar un político que es y ejerce de gallego, en el mejor sentido de la expresión.