PAN Y CIRCO

SUEÑO AMERICANO

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Quedaban cinco segundos para que terminara el partido y Kobe Bryant tuvo el último tiro en sus manos, aunque no era suficiente, Los Lakers tenían perdido el amistoso ante el Barcelona. Bryant falló y el Palau Sant Jordi saltó de alegría. En la pista, el equipo de California con Pau Gasol como principal abanderado en la ciudad, enfilaba los vestuarios con cara de no saber muy bien qué había pasado.

Fue una especie de Copa Intercontinental del baloncesto, el mejor de la NBA contra el mejor de Europa, un partido los que hacen afición, porque hace un par de años visitaron Barcelona dos equipos como Washington Wizards y New Orleans Hornets que apenas sí llenaron la mitad del pabellón.

A pesar de que el partido fue espectacular, el postpartido también lo fue. Phil Jackson, el señor de los anillos, posiblemente el mejor entrenador de la historia de la NBA, respondía con cierto aire de superioridad, a pesar de haber perdido contra el FC Barcelona, que el equipo catalán no tiene capacidad para jugar en la NBA porque es una liga muy exigente. A las pocas horas, cuando se le preguntaba lo mismo a la estrella del equipo, Kobe Bryant, y se le informaba de lo que había dicho su entrenador, hacía unas declaraciones en una línea diferente. Y es que Bryant vivió en sus carnes uno de esos duelos en los que poco tenía que ganar y sí mucho que perder, como finalmente sucedió. Pete Mickeal, norteamericano del Barcelona, quizás el mejor alero de Europa, se vació e hizo un partido memorable, permitiéndose incluso sacar pecho y tener rifirrafes con los rivales.

Como sucede con muchas cosas en la vida, todo depende del cristal con que lo mires. Para nosotros, españoles y aficionados al baloncesto, fue un partido histórico y una demostración de que la distancia entre NBA y Europa no es tan grande. Para los norteamericanos, en cambio, es como cuando el Real Madrid o el Barcelona juegan en pretemporada un partido en Japón y empatan a uno. Al día siguiente no nos acordamos ni de cómo vestían los rivales.