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Dos hombres en la cárcel de la niebla

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Hay dos hombres desesperados en un hotel de Tánger. Se llaman Jorge Cano y Juan José Ramírez, residen habitualmente en Los Barrios pero de un tiempo a esta parte viven dentro de una pesadilla. Un tribunal de apelación, en Marruecos les ha ratificado su condena: tres años de cárcel y 177.000 euros de multa por un supuesto delito de narcotráfico.

Ellos afirman que se perdieron en la niebla, como en una de esas novelas de Stephen King llenas de desasosiego y finales infelices. Un barco nuevo, de segunda mano. Mucha afición a la mar, pero poca experiencia. Y amanecieron, extraviados en el Estrecho, junto al islote del Perejil, que costó una miniguerra y un puñado de cabras en tiempos de Aznar. Cerca de allí, una moto náutica había orillado con ocho fardos de droga. Dos más dos, debieron pensar los gendarmes que les empapelaron junto al hijo menor de uno de ellos, que al menos fue puesto pronto en libertad y retornó a casa.

Quienes les conocen, sacan la cara por ellos. Que son honrados y currantes, que nunca se han mezclado en negocios turbios. En Marruecos, donde paradójicamente el cultivo de hachís sigue siendo tolerado pero su trasiego es perseguido por la ley, les han invertido la carga de la prueba. Y más que demostrar su culpabilidad, son ellos los que tienen que demostrar su inocencia.

Ahora esperan un nuevo papel, en el que volverán a decirles que les aguarda un infierno en forma de calabozo. Aunque a pesar del desconcierto, del dinero que llevan empeñado en sobrevivir desde junio a la otra orilla del mundo, seguirán presumiblemente los pasos que lleven hasta el Tribunal Supremo. Esperan un milagro, la varita mágica de una negociación diplomática, pero estos laberintos no entienden de personas. ¿Cuántos marroquíes que también llegaron a nuestras costas, no se habrán visto también injustamente sentenciados, sin ningún defensor que cruce el mar aunque sea para volver con las manos vacías; sin ningún ministro suyo que se ponga al teléfono, sin ningún vecindario que se manifieste, sin nadie que les escriba?

Hipocresía se llama la cárcel en donde les han metido. Drogas legales, drogas ilegales. En ese negocio turbio del mercado blanco o del mercado negro, siempre acaban pagando el pato los pardillos; mientras los grandes capos cruzan libres sobre yates dorados sobre tormentas perfectas y sistemas corruptos. Todos somos en cierta medida Juan José Ramírez y Jorge Cano. Y, como sea, tendremos que seguir luchando por ser libres. Aunque no sepamos cómo.