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Amago de rebelión a 700 metros

M. VALENTE
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El ministro de Salud, Jaime Mañalich, no se cansa de repetir que los mineros están bien de salud física y mental, y sometidos a una dieta especial para afrontar el ascenso y la vuelta a la luz. No obstante admitió que la ansiedad se ha incrementado en las últimas horas por la inminencia del rescate.

Algunos de los atrapados, sobre todo los más jóvenes, imaginan que el recorrido del ascenso se parecerá a un ejercicio de turismo de aventura, según relatan sus familiares que recibieron nuevas cartas ayer. Pero hay también muchos que temen afrontar los riesgos de una empresa que no ha sido lo suficientemente ensayada.

En las últimas horas se ha sabido que los mineros elaboraron un orden de salida que no coincidía con el que preparan médicos y psicólogos. De todos modos, Mañalich anticipó que no habrá debate sobre este punto. Será uno de los rescatadores enfermeros que bajará hasta donde se encuentran los atrapados quien decida junto a ellos el criterio para el ascenso.

Según versiones periodísticas, a lo largo de esta forzada convivencia se han producido algunos conflictos. Uno de los más serios sobrevino cuando un grupo de cinco trabajadores contratados que no son empleados de la minera y que no se relacionaban mucho con el resto de sus compañeros de sufrimiento cuestionaron la autoridad de Luis Urzúa, jefe de turno y líder de los supervivientes. Pretendían buscar una salida por su cuenta sin esperar a ser rescatados. Tampoco el psicólogo fue aceptado de entrada por todos y hubo intentos para que fuera cambiado.

Los familiares de los mineros y el mismo especialista que les ha asistido durante estas semanas no negaron los conflictos, pero los minimizaron dada las condiciones que afrontan los atrapados y el estado de ánimo de algunos de ellos, más proclives a la angustia y la ansiedad.