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El presidente del Gobierno atiende en su escaño a la oposición durante un pleno extraordinario. :: EFE
ESPAÑA

Zapatero mantendrá en vilo al PSOE durante nueve meses más

El presidente del Gobierno hace oídos sordos a quienes piden que aclare ya su futuro y liga la decisión a la remontada económica

R. C.
MADRID.Actualizado:

Un golpe de autoridad. Un gesto que permita recuperar la iniciativa política. Eso, más que aclarar específicamente si será o no su candidato en 2012, es lo que desde hace semanas piden a gritos los socialistas a José Luis Rodríguez Zapatero. El empeño en no mover apenas un dedo en el terreno político, hasta tener la certeza de que la recuperación económica está en marcha, ha sumido a su partido en una angustia vital acrecentada por la proximidad de los comicios autonómicos. Él ya ha avisado a los suyos de que ahora toca gobernar con las «luces largas» y que no sucumbirá a las presiones internas para dilucidar su futuro. El sentimiento de orfandad en el PSOE puede durar aún nueve largos meses, hasta después de las elecciones municipales.

Ese es más o menos el tiempo que el propio jefe del Ejecutivo calcula que tardarán en asomar los frutos de las reformas legales y los ajustes fiscales puestos en marcha este año para reducir el déficit y remontar la crisis. Y a ese momento liga, salvo sorpresas de última hora, la toma de una decisión en la que, según sospechan muchos socialistas, no pesarán solo las condiciones políticas sino también las puramente familiares. Su tesis es que una vez se compruebe que todos los sacrificios exigidos a los españoles no han sido en vano, los votantes sabrán reconocer al PSOE su firmeza.

Mientras, hace oídos sordos a los lamentos de los 'barones' que saben que la remontada, de producirse, no llegará antes de sus citas con las urnas y temen ser castigados por los votantes en su nombre el próximo 22 de mayo, e incluso de aquellos dirigentes que vaticinan un vuelco electoral como el de 1995, cuando el PP arrebató a los socialistas importantes feudos como la Comunidad de Madrid, la valenciana o La Rioja, que nunca pudieron volver a recuperar. La fe del presidente del Gobierno en su propia estrategia, sin embargo, es inamovible.

El problema para los socialistas no es si Zapatero repite o no. Cualquiera de las opciones sería gestionable, por más que en general prime la idea de que en estos momentos no hay un relevo viable. El problema es que la incertidumbre y el no saber si su secretario general tiene algún deseo de seguir llevando las riendas del partido en un futuro próximo difumina 'per se' un liderazgo que, para colmo, acaba de verse sacudido por la osadía de un «don nadie», como hasta hace poco llamaban con desdén sus adversarios a Tomás Gómez, y por el nerviosismo del presidente castellano-manchego, José María Barreda.

La reacción del partido ante esta última enbestida hace augurar que, una vez más, quienes reprochan al presidente del Gobierno su aislamiento en privado se autoimpongan el silenciador cuando, el próximo día 23, asistan en Ferraz a la reunión del Comité Federal, el máximo órgano de decisión del PSOE al margen de los congresos. Pero la depresión de los socialistas es palmaria. «Están siendo tiempos muy malos», admite con rostro grave uno de los principales colaboradores del presidente del Gobierno en La Moncloa.

Plazos frustrados

El caso es que, pese a su optimismo, los plazos fijados por Zapatero van camino de no cumplirse. El presidente del Gobierno daba por hecho que este otoño ya podría tener en marcha todas las reformas: la del sistema financiero, la del mercado de trabajo y la de las políticas activas de empleo, la del sistema de pensiones y las del ámbito energético e industrial, pero la huelga del 29-S, pese a su escaso éxito, ha pasado una factura inesperada a sus planes.

El Gobierno admite que la jornada de paro general sirvió para tomar el pulso a sus simpatizantes y que ahora está obligado a intentar recomponer su relación con los sindicatos. Al menos hasta noviembre no esperan en el entorno del presidente que se pueda reanudar el diálogo social y hay demasiadas cosas sobre la mesa. Solo el desarrollo reglamentario de la reforma laboral (ERES, bonificaciones, descuelgues de convenio.) ya promete ser complejo. Ahí sí está dispuesto Zapatero a hacer un guiño hacia los simpatizantes de izquierdas para suavizar los ánimos. Pero poco más.

Ni se plantea hacer una remodelación del Gobierno, ni puede permitirse nada que sea interpretado en los mercados como un deseo de desviarse del rumbo marcado el pasado mayo, cuando aprobó el draconiano recorte del gasto que, entre otras cosas, limitó la inversión pública -otro elemento de preocupación para los líderes territoriales- y congeló las pensiones. Exiguas herramientas para remontar unas encuestas que auguran la pérdida de todas las capitales de provincia y una sólida victoria del PP en las autonomías.