Salvar los muebles
Zapatero sabe que desde que anuncie su repliegue para 2012 se lanzarán como lobos sobre él
Actualizado: GuardarMal asunto. En la fila india de los partidarios de cortar por lo sano la infección antes de que contagie todo el cuerpo electoral del PSOE se han colocado ex-presidentes del Congreso, del Gobierno, ex-ministros, concejales en activo, y en especial alcaldes y barones autonómicos. Pero el piloto Zapatero y sus fieles no quieren darse por enterados y están elevando a la hipérbole imposible todas las metáforas de una ficticia unidad mientras en los sótanos del partido se trabaja para salvar los muebles del desastre que pronostica el presidente castellano manchego José María Barreda. Todo pasa por convencer a Zapatero de que se ha convertido en un problema y que su buena suerte ya no actúa de cortafuegos en el incendio que se ha declarado en las encuestas del CIS. Por el contrario. Toda la inercia de la decepción y el desespero sociológico tienden irremediablemente a castigar lo que suene a Zapatero. Y ahora se trata de sostener al menos el poder territorial y municipal en los comicios de primavera anunciando que Zapatero no será candidato en 2012. El pueblo que vota quizás aplaque algo sus iras con el sacrificio del número uno y no necesite ensañarse con sus parientes de sigla.
Horas después de las encarnizadas primarias de Madrid y a pocos días de la huelga general en un país que se desangra con casi cinco millones de parados no parecía mal momento para sintonizar en televisión al presidente del Gobierno. El rácano 13´7% de 'share' que alcanzó la entrevista en Telecinco de Pedro Piqueras a Zapatero confirmó que la televisión también le da la espalda. Se acumulan los síntomas de la decadencia y el desencanto. El antaño trovador del republicanismo cívico y el estado infinito de bienestar navega ahora en una aburrida retórica propagandista y ha perdido toda su capacidad de convicción. Por eso, antes de que el 'zapaterismo' hubiera encontrado sus primeros discípulos, se ha abierto en canal la operación relevo. El férreo control del aparato interno que esgrimían José Blanco y sus peones es ya impotente para frenar las voces críticas y mucho menos los conciliábulos. Alfonso Guerra, el veterano ogro sin colmillos, pero todavía con suficiente veneno, se permitió el lujo de llamarle fracasado por el órdago perdido en las primarias de Madrid y rematar su arrogancia con una chicuelina a la «señorita Trini». Algunos periodistas que hace meses todavía suspiraban por un arqueo de ceja y una sonrisa del líder en los corrillos del cóctel de Navidad en la Moncloa ya iban sacado pecho en las tertulias farfullando: ¡Ójala gane Tomás¡ El problema es que el laicista irredento ZP cree en los milagros. Y sobre todo sabe que desde el momento que anuncie su retirada se lanzarán como lobos sobre él. Y no precisamente sus adversarios del PP sino otros esqueletos que ha dejado en el armario.