Lluvia negra en Suzuka
La remilgada F-1 aplazó la clasificación del gran premio de Japón por una mañana acuosa
SUZUKA.Actualizado:Llovía en Japón, pero no había una tormenta perfecta, ni tifón, ni vendaval, ni ninguno de los sucedáneos que anticipan una catástrofe. Llovía, sin más. Mañana desapacible en Suzuka, nubes y agua molesta desde primera hora del día, una borrasca según los hombres del tiempo. Por eso se suspendió la clasificación del gran premio nipón y se aplazó a la madrugada de hoy (3.00 horas en España). Una decisión que no se comprendería en muchos otros deportes, expuestos como todos a la madre naturaleza.
Los jueces decidieron que la mañana acuosa era demasiado peligrosa para los pilotos. Y en función de esa prevención de seguridad, cabe comprender en algún modo el aplazamiento. Pero es mucho más sencillo que eso: hubiese bastado con que los coches circulasen más lento. En vez de un minuto y medio por vuelta, tres minutos en una conducción más segura y responsable. En parte, por deber con el público, el verdadero sustento de este deporte. Estaban las gradas del circuito hasta los topes, cientos de japoneses apasionados que desafiaron al mal tiempo y pagaron su entrada.
Nadie se preocupó de ellos. Las notificaciones que aparecían en las pantallas eran los sucesivos aplazamientos. 14.30, 15.00, 15.30 y finalmente, hoy. No hubo ninguna comunicación para excusarse con los paganos, ni siquiera un gesto para congraciarse. Mucho menos, un consuelo para el bolsillo: la devolución de la entrada. La pasta de la gente, a buen recaudo de los señores de la F-1. Y a otra cosa, mariposa.
Los vaivenes de la pista, las subidas y bajadas, provocaron bolsas de agua. Por el miedo al aquaplaning, los jueces decidieron aplazar la sesión. Aunque había opiniones para todos los gustos. Por ejemplo, la de Jaime Alguersuari: «En esas zonas, el coche era incontrolable y seguro que hubiésemos visto muchas salidas de pista. Pero a pilotos como a mí, que no tenemos nada que perder, me hubiera gustado disputar la sesión porque seguro que habría habido sorpresas». Mientras tanto, los aficionados se tenían que contentar con las vueltas que dio Maylander con el coche de seguridad. Y con los barquitos que ponían a navegar los mecánicos de los equipos por los riachuelos de la calle de los garajes.
Salió Vettel a saludar a los hinchas, que ni protestaron ni rechistaron ni nada. Exhibieron el estoicismo propio de su paisanaje. Recogieron sus paraguas y abandonaron el circuito en procesión. Es de imaginar lo que hubiera sucedido si esto mismo pasa en España, Italia o Brasil y el ardor guerrero de los latinos.
Aplazamiento, en fin, de la clasificación para un deporte remilgado que vive en la cuadrícula del excel y el milímetro cuadrado. Demasiada flojera para los que dicen ser los más aguerridos del planeta...