El Nobel de la Paz avergüenza a China
El premio otorgado al disidente preso Liu Xiaobo encoleriza a Pekín al poner en evidencia la represión del régimen
PEKÍN. Actualizado: GuardarMiserias de la nueva China del progreso y el crecimiento de dos dígitos. Mientras el resto del mundo se maravilla ante el milagro económico de la superpotencia llamada a rivalizar con EE UU, en el país asiático se sigue encarcelando a la gente por decir lo que piensa. Siempre y cuando sea distinto a lo que propugna el todavía denominado régimen comunista.
Los líderes políticos de todos los gobiernos, los mismos que rinden pleitesía a los dirigentes de Pekín en busca de sus inversiones, se congratulaban ayer por la concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo. Pero la noticia -una bomba informativa- era silenciada por la censura que impera sobre los medios chinos y bloqueada en las páginas web informativas y en las emisiones de la CNN y la BBC.
Para Pekín, Liu Xiaobo es un criminal, un «enemigo del Estado». Galardonado por «promover la lucha pacífica por los derechos humanos y la democracia en China», este profesor de literatura cumple desde hace casi un año una pena de once de prisión por un delito de «subversión contra el Estado». Bajo esta vaga acusación, el régimen persigue a los disidentes que desafían la hegemonía política comunista demandando elecciones multipartidistas o más derechos humanos.
Por ese motivo, casi nadie conocía ayer a Liu entre los curiosos arremolinados a las puertas de su apartamentos en Pekín, situado en el número 9 de Yuyuantan Nanlu y cerca del Museo Militar y de la antigua sede de la televisión estatal CCTV. Pero no habían acudido para rendir tributo al activista, sino atraídos por los policías y guardias de seguridad que impedían la entrada al edificio a las cámaras extranjeras y de Hong Kong que querían entrevistar a su esposa, Liu Xia, confinada en su domicilio. «¿Hay algún cantante o deportista famoso dentro?», preguntaba una mujer que había salido a pasear enfundada en un chándal del equipo olímpico chino. En medio del revuelo formado a las puertas del inmueble, el típico bloque de ocho plantas de ladrillo blanco, apareció Pu Zhiqiang, abogado especializado en derechos humanos y amigo de Liu Xiaobo desde hace treinta años. «Espero que este premio sirva para lograr su excarcelación y avanzar en la libertad de expresión, ya que Liu está en prisión sólo por decir lo que piensa», explicó a los periodistas antes de que un 'gorila' con camisa negra y 'walkie-talkie' a la cintura le bloqueara el paso.
Presión a Noruega
Poco después de que el Comité del Nobel osara afear al Gobierno chino por mantener entre rejas a presos políticos como Liu, el Ministerio de Exteriores emitía un comunicado tildando el premio de «obscenidad» y convocaba al embajador noruego. Previamente, cuando el nombre del disidente había empezado a sonar entre los favoritos para el prestigioso galardón, la vicecanciller Fu Ying presionó al presidente del Comité, Geir Lundestad, para que no ganara ninguno de los disidentes de su país. Pero el Instituto hizo oídos sordos y al mismo tiempo echó por tierra las dudas de muchos expertos acerca de que el Comité del Nobel fuera capaz de plantar cara al régimen de Pekín, máxime cuando había advertido de que el galardón a Liu Xiaobo «dañaría gravemente las excelentes relaciones entre China y Noruega».
Aunque la Academia reconoció los logros económicos del Gobierno comunista, que ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza, advirtió de que «los derechos de sus ciudadanos reconocidos por la Constitución son muy limitados porque Pekín rompe con varios tratados internacionales».
Tras el controvertido Nobel de la Paz del año pasado a Barack Obama -el presidente de EE UU pidió ayer la liberación de su sucesor en el galardón-, cuando solo llevaba un año en la Casa Blanca y con dos guerras en marcha en Irak y Afganistán, el premio vuelve a recaer sobre un luchador de la libertad. En su celda de la cárcel de Jinzhou, en la provincia de Liaoning, a Liu Xiaobo le servirá de poco el millón largo de euros con que está dotado el Nobel, pero la cruzada por la democracia en China habrá recibido un sonado espaldarazo. Tan sonado como la bofetada al régimen de Pekín.