Sereno como nunca, voraz como siempre
Dos años en un segundo plano no han aplacado la codicia del asturiano, que espera salir victorioso de un año «muy difícil» Alonso, más maduro que en su anterior ciclo triunfal, se lanza a por su tercer título
SUZUKA.Actualizado:Al final de todo, las personas no cambian, siempre terminan por retratarse, por exponer fielmente de qué fibra están hechas. Dos cursos de manos vacías, veinticuatro meses en la órbita del segundo plano no han aplacado la codicia de Fernando Alonso. Ha regresado el tiburón, aunque para el reto de su tercer título, del pedestal que lo alzaría al nivel de Ayrton Senna, Niki Lauda, Jackie Stewart o Jack Brabham, enseña en la pasarela de la Fórmula 1 un talante más sosegado, mucho más maduro, cercano a un desconocido estoicismo. Sereno como nunca, voraz como siempre.
Hace cuatro años, la fecha de su último campeonato, llegó el asturiano al antiguo Suzuka -goteras y grietas por doquier, desconchones en una pista vetusta, apariencia gris- en una tesitura similar a la de ahora. Entonces, enfrascado en una cruenta disputa con Michael Schumacher, el eterno campeón venerado por las gentes de la F-1 que aspiraba sus últimas bocanadas de gloria.
Hoy, inmerso en una cama redonda donde cuatro aspirantes más (Webber, Hamilton, Vettel y Button) se miran a los ojos. En 2006, empatado a puntos con el alemán gélido. Ayer, con el catalejo en dirección a Red Bull, el enemigo que vuela estos días en Japón.
Sin embargo, los años han atemperado al personaje, cuyo carácter volcánico se ha apaciguado ahora que reside en el paraíso de todos los integrantes habidos y por haber en la Fórmula 1. Ferrari ha calmado a Alonso.
Hace cuatro años, un día como hoy, el piloto español cruzó el mar de China de Shanghai a Suzuka enredado en la penúltima riña. Había cruzado acusaciones y reproches con Giancarlo Fisichella por un quítame allá las ambiciones en la F-1.
Fortaleza
Alonso se ha criado en la cultura de la Fórmula 1, según la cual el viejo aserto tiene rango de ley. Funciona como el juego de las damas: comer o ser comido.
Látigo o caramelo, sin término medio. En eso instruyen las voces desconocidas a los jóvenes cachorros que llegan amamantados en la ambición desde las categorías inferiores. Pasa en todos los equipos, en todos los garajes, con todos los pilotos.
Hace un par de fines de semana, en el siempre caótico Monza -paradigma de la serena decadencia italiana-, Jaime Alguersuari y el suizo Sebastián Buemi escucharon esto de uno de sus jefes: «Con vuestra edad, Vettel ya había ganado una carrera con el Toro Rosso. Y es el mismo coche. Así que, pista».
Alguersuari salió rumiando de aquella caseta lo que siempre ha pensado en el automovilismo: sólo los fuertes resisten en un mundo despiadado, que no perdona. Y él, como Alonso, como todos, quiere ser fuerte. Alonso es ya un veterano en estos fregados y desde que convirtió su fichaje por Ferrari en un idilio de la convivencia, ha empezado a dominar la escena pública. Ve, pero calla. Escucha, pero no polemiza. Se muerde la lengua, pero desliza ironías y medias palabras para que funcione el sobreentendido.
Felipe Massa lleva mustio desde marzo. No ha encadenado dos sonrisas seguidas en medio año. Alonso se lo ha merendado en la pista, con los resultados de su parte (11-4 en el apartado 'poles', 63 puntos en la clasificación general) y al menos ha empatado en el afecto que le profesan los trabajadores de Ferrari. El español se ha integrado en la factoría del 'cavallino' y no al revés. Ha sido Alonso el que ha buscado las sinergias con los empleados del equipo galáctico. Y por ahí ha ganado una batalla. Massa se ha puesto más ceñudo y su discurso renegado ha crecido en las últimas semanas, sobre todo a partir de que Ferrari le 'invitase' a apartarse en Alemania y el presidente Montezemolo le sugiriese que su papel era rescatar puntos para Ferrari (Alonso) más que para sí mismo por el bien de la casa. «No quiero ser el segundo Barrichello», protestó el brasileño. Te queremos mucho, replicaron en Ferrari. Alonso no entró al trapo. Colaboró a la paz ambiental. Siempre el universo Ferrari por encima de todo..
«Ha sido una temporada más difícil de lo que parece -cuenta el asturiano-. Cuando llegué a Ferrari no conocía ni el nombre de los mecánicos. Y Ferrari es un mundo aparte y no lo digo sólo por las carreras. Ahora, en octubre, después de conocer al coche y a la gente, de adaptar las estrategias, me siento más cómodo y no por haber ganado las dos últimas carreras».
Alonso mira su horizonte, lo único que le importa, saciar su sed con el tercer título. Y el piloto enfoca la mirilla y no desvía la cruz. «Si no ganamos, será porque no hemos hecho las cosas bien. Felicitaré al rival y a pensar en el próximo año».