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Editorial

Fiesta española por el Nobel

En Vargas Llosa se premia a una trayectoria marcada por su compromiso con la libertad

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Mario Vargas Llosa ha alcanzado al fin, a los 74 años, el Olimpo de la literatura. Y pocas veces pudo decirse con tanta propiedad que el Premio Nobel ha de honrarse por contar en su nómina con un escritor del fuste, la profundidad, la envergadura y la creatividad de este insigne narrador de historias. La concesión de este Nobel tardío, inesperado, concedido cuando el escritor peruano y español -desde 1993 posee la doble nacionalidad- ya no figuraba siquiera en las quinielas que siempre preceden al galardón de la Academia sueca, repara un agravio histórico que la literatura contemporánea no merecía. El 'boom' latinoamericano, que revolucionó la escritura en español y le abrió grandes horizontes en el panorama mundial, ha tenido dos genios indiscutibles: uno de ellas, el colombiano García Márquez, consiguió tempranamente el galardón, en 1982; el otro, Vargas Llosa, había quedado marginado porque los vientos políticos soplaban en aquellas décadas finiseculares de otra parte. Ahora se restablece la simetría entre ambos, después de que se reparara también una dilatada enemistad entre los dos que arrancó de una célebre riña en 1976. Las primeras novelas de Vargas Llosa -'La ciudad y los perros', 'La casa verde', 'Conversación en la catedral'- ya revelaron a un portentoso innovador de la literatura, capaz de construir como nadie mundos incomparables, que publicaría luego obras tan admirables como 'La guerra del fin del mundo' o 'La fiesta del chivo'. En realidad, Vargas Llosa no ha dejado nunca de escribir, siempre con perspicaz instinto periodístico, siempre en defensa de unos valores éticos que han pivotado invariablemente en torno de la libertad. Vargas Llosa ha sido, es, un gran liberal que ha dado testimonio de vida y ejemplo de insobornable compromiso. Las primeras palabras de Vargas Llosa tras conocer el premio han sido de gratitud a España, el país que lo acogió, le editó su obra y lo promocionó hasta la cumbre. El escritor ha recibido, además, los grandes premios hispanos: el Príncipe de Asturias y el Cervantes. Por eso seguramente los españoles sentimos este reconocimiento como propio y lo celebramos con el gozo de quien ve triunfar a la propia familia.