Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Artículos

Poszapaterismo, Día 1

Parece exagerado deducir que a Zapatero ya solo le queda la salida digna del trago socrático de cicuta

TEODORO LEÓN GROSS
Actualizado:

Hay prisa en dar por clausurado el zapaterismo proclamando ya el poszapaterismo. El periodismo político cada día se asemeja más al periodismo deportivo, donde cada domingo se le anuncia un fin de ciclo a un equipo o se descarta a otro para el título o se vaticina un descenso irreparable con veredictos jupiterinos que, eso sí, apenas duran siete días antes de darle la vuelta por completo sin el menor rubor. Desde luego el presidente se ha estrellado en Madrid, en un envite fallido pecando de soberbia, pero es dudoso que unas elecciones internas locales saldadas con un margen de quinientos votos vayan a determinar su Idus de marzo. Zapatero está bajo el volcán, pero más vale no olvidar su capacidad proteica para reinventarse, pasando incluso de 'rojo de solemnidad' a profeta 'pret-a-porter' de los ajustes del mercado, con una adaptación camaleónica a todos los biotopos aun con todo en contra. De aquí a nada ya irá de la mano con el ganador de las primarias -el aparato le ha tendido la alfombra roja mientras él se postula «hombre del presidente cien por cien»- porque Zapatero no es precisamente un hombre de convicciones rocosas sino un líder posmoderno de ideas delicuescentes, toda una referencia para la generación del 'pensamiento débil'.

La literatura apocalíptica de la Tomasada retrata, por demás, la falta de arraigo de las primarias. Este es un país de escasa cultura democrática; y los partidos, a pesar de la literalidad de la Constitución, son organizaciones cuarteleras. Sí, Zapatero hizo su apuesta y perdió; esto debe de tener alguna lectura, pero quizá no hasta interpretarlo como un plebiscito terminal. Seguramente se trata de un aviso incómodo, como le ocurrió a Obama con la derrota Martha Coakley, su apuesta para Massachusetts; pero deducir que a Zapatero ya solo le queda la salida digna del trago socrático de cicuta en la Moncloa parece una humorada de sal gorda. Al revés, incluso desde la distancia ideológica, el PSOE debería merecer un cierto respeto por hacer primarias. Es un progreso respetable frente a los dedazos; e incluso resulta sano que el presidente apueste y no gane. En cambio, ahora habrá menos dirigentes socialistas dispuestos a batirse en unas primarias, por miedo a ser víctimas de esa fascinación por apedrear a los de arriba que aquí aqueja a las bases de las organizaciones, mientras en el PP disfrutan del confortable modelo orgánico del dedazo entre sus nomenclaturas dinásticas. Sin embargo, hay que defender las primarias -que son, como decía Obama en 2008, «una mierda interesante salvo cuando estás metido en ellas»- porque, desprovistas de lecturas cortoplacistas sesgadas, suponen más democracia. Y eso precisamente en España no sobra.