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ECHAR EL CIERRE

MANUEL ALCÁNTARA
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Hay que confesar que el paro es mejor que la silicona. Consigue poner en la calle a mucha más gente que la que no deja entrar a trabajar. La silicona es un producto de gran inercia química, dicen que formado por el silíceo y el oxígeno, pero no estoy en disposición de discutir esas aleaciones. Solo pretendo comentar, con 'dolorido sentir', el cerrojazo de muchas empresas. Tengo numerosos amigos que al quedarse sin trabajo han comprobado cómo han disminuido el número de éstos. El pobre Corbacho deja el ministerio del ramo con la vara del martirio. Su mandato ha sido muy duro, ya que cada vez ha ido mandando menos, y deja el cargo con más de cuatro millones de parados. Por supuesto, no hay que echarle la culpa. Su error más irreparable es el de haber aceptado el puesto, con el fútil propósito de comparecer en los libros de Historia, que solo leen los historiadores, en letra pequeña y a pie de página. Quizá algún día, cuando lleguemos a los cinco millones de desocupados, tengamos nostalgia de don Celestino.

«Ahito me tiene España, provincia si antes feliz...» Son palabras de Quevedo, al que confieso que sigo leyendo con más interés y no menor aprovechamiento que a los que editan los boletines trimestrales de la CNMV. Estos últimos prevén «un futuro mediocre» para España: bajo crecimiento, alto desempleo y déficit hasta 2015 o 2017. Este último augurio no podré comprobarlo personalmente, pero me afecta: ¿a qué sitio hemos traído a nuestros descendientes? Ya sé que los hay peores, pero estoy hablando del nuestro, el que me pilla más cerca. De los náufragos en tierra, más de la mitad tienen menos de 25 años y para encontrarse con sus antiguos compañeros de trabajo tienen que citarse en las colas de las oficinas donde se ofrece lo que no hay. Ya se sabe, prometer no empobrece.