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Marina Silva, líder 'verde', comparece en Sao Paulo. :: AFP
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Oxígeno para Rousseff

La ex ministra de Lula que puede decidir los comicios retrasa su decisión sobre el aspirante que apoyará en la segunda vuelta

MERCEDES GALLEGO ENVIADA ESPECIAL
BRASILIA.Actualizado:

La incógnita de por quién se decantará la candidata del Partido Verde Marina Silva durará aún al menos 15 días, la mitad del tiempo que falta para la cita de la segunda vuelta electoral. Brasil elegirá el próximo 31 al sucesor de Luiz Inácio Lula da Silva entre su mano derecha, Dilma Rousseff, ganadora de las elecciones del domingo, y el opositor del Partido Social Demócrata Brasileño José Serra, pero la gran incógnita es que pasará con la ola verde que ha roto abruptamente el bipartidismo en el país.

El inesperado 20% de los votos que obtuviese Silva el domingo tiene la capacidad de dar la vuelta a las previsiones si decidiese apoyar a Serra, como pide el aparato del partido, pero Silva está demostrando que su corazón sigue siendo 'petista'. Con la simple decisión de posponer cualquier indicación de voto hasta que lo decida una asamblea plenaria del partido, la candidata gana tiempo para mantener su promesa de neutralidad y dejar al Partido de los Trabajadores (PT) espacio para recuperar a los seguidores que le ha robado.

«No tengo una posición a priori, voy a confiar en el proceso. Para mí lo importante es que se cumplan las etapas que he marcado», afirmó. Se refería a una reunión de la coordinadora nacional que debe establecer cómo se celebrará esa gran convención en la que la candidata quiere ver la participación de todos los sectores sociales de los que han salido sus votantes. «Debe ser un proceso transparente, abierto y democrático», pidió.

Silva fue miembro de la formación fundada por Lula hasta que dimitió como ministra de Medio Ambiente de su gobierno hace dos años y cambió de afiliación para presentarse por el Partido Verde. Por eso, y pese a que sus discrepancias en el Gobierno de Lula fueron precisamente con ella, Dilma Rousseff recordó ayer que «históricamente tenemos una cercanía».

La que se perfila como la futura presidenta de Brasil se cuidó mucho de resultar arrogante al hablar de su contrincante, a la que dijo haber llamado esa mañana para felicitarla por el excelente resultado. «Respeto a Marina como política y creo que tenemos más cercanías que diferencias. Ahora, la decisión de a quién apoyará es algo íntimo», precisó.

Rousseff, con su voz bronca, el cuello corto y la cara estirada para el pulso electoral, presidió una mesa de más de 30 hombres que forman el aparato del PT en un hotel modernista de la capital en el que se decidía la estrategia para la segunda vuelta. Tan denso debía ser el debate que la conferencia de prensa se retrasó más de dos horas, y todavía a su término tuvo que volver a la reunión.

Brillaba por su ausencia el presidente Lula, que tanto se ha involucrado en la campaña para asegurar su sucesión. Preguntada si la fórmula para completar la faena sería aumentar «la dosis» del carismático líder en la recta final del pulso electoral, Rousseff se rebeló. «El presidente Lula es una persona, no se puede hablar de él como una dosis», protestó.