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La portada de un periódico de Río de Janeiro ofrece una fotografía compuesta por los rostros de Dilma y Serra para representar el resultado electoral. :: AFP
MUNDO

Rousseff corteja a la ministra rebelde

La candidata del Partido Verde, que dejó el Gobierno de Lula por sus planes desarrollistas, se erige como clave en la segunda vuelta

MERCEDES GALLEGO ENVIADA ESPECIAL
BRASILIA.Actualizado:

Marina Silva, una hija del Amazonas que hasta los 16 años era analfabeta, es de pronto la novia más cortejada de la política brasileña. El domingo sorprendió a propios y extraños al alzarse en las elecciones presidenciales con un impresionante 20% de los votos, que han forzado a la candidata de Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, ganadora con el 46,7%, a batirse en segunda vuelta con el opositor José Serra (32,6%).

La noticia era todavía más impresionante si se tiene en cuenta la poderosa influencia de Lula, que acaba su mandato con un 80% de aprobación, y la inexistencia política del Partido Verde que Marina ha puesto por primera vez en el mapa electoral de Brasil. La formación nunca antes había contado con un porcentaje de los votos mencionable, y hace solo una semana recibía el 11% en las encuestas. Sin embargo, la personalidad de esta mujer de 52 años, ex ministra de Medio Ambiente con el veterano sindicalista, su brillante papel en los debates y el desencanto de un sector del Partido de los Trabajadores (PT) con las políticas más neoliberales del presidente han propiciado la aparición de una tercera fuerza en Brasil.

Ha nacido de golpe, quebrando el silencio del bipartidismo con un grito de protesta que nadie sabe si ha llegado para quedarse o se esfumará en la segunda vuelta. Una encuesta de Datafolha advierte que los diecinueve millones de brasileños que forman la llamada 'ola verde' no son un bloque homogéneo que se pueda redirigir a placer.

Según el sondeo, el 50% de los 'marinistas' votarían ahora por el candidato opositor del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), que, si bien se considera de centroizquierda, es clasista, está formado por tecnócratas educados en el extranjero y en general muy distante de los 'petistas' que la votaron. El carismático líder que ha gobernado durante la gran transformación económica de Brasil no apareció el domingo para evaluar los resultados o reconfortar a su partido.

El presidente Lula se había involucrado en la campaña de su elegida con tanta intensidad que ha sido multado varias veces por el Tribunal Electoral al usar sus funciones presidenciales en favor de Rousseff. Su partido esperaba que zanjada la competición por el palacio de Planalto pudiera centrarse en apoyar a los gobernadores y legisladores que tengan que competir en segunda vuelta, pero con la partida abierta su mano derecha aún le necesita.

Bolsa Familia

Su palabra ha sido ley para los 25 millones de personas que han dejado de ser pobres en Brasil bajo su mandato, y todavía más para los 12,7 millones de necesitados que reciben cada mes una transferencia contante y sonante de su Gobierno a través de la Bolsa Familia. Sin embargo, como decía el abogado de Sao Paulo Manuel Alceu Affonso Ferreira, la elección de un candidato también es una cuestión de simpatía personal. «A Lula le sobra tanta simpatía natural y tanto carisma que ha sido capaz de proyectarlo en una candidata que no tiene ninguna, pero eso tiene un límite». El límite para Rousseff estuvo a casi cuatro puntos del más del 50% que necesitaba para rematar la faena. Esa victoria, para una mujer que nunca antes se había presentado a ningún cargo electo, debería constituir motivo de euforia, de no ser porque las encuestas le habían augurado un apoyo mayor.

Su campaña ya debía saber el día de autos que el plan de atar la presidencia sin volver a las urnas el día 31 estaba en jaque, porque al votar Lula rebajó por primera vez las expectativas: «Es muy difícil ganar en primera vuelta, yo nunca lo logré», les desalentó. «Lo importante es que Dilma ocupa una posición excelente para ganar en la segunda».

Si el desglose del electorado de Silva que retrataba la encuesta de Datafolha fuese cierto, Rousseff contaría al menos con el 29% de sus votos, o 6 millones de electores, más de lo que le faltó el domingo. Pero la que aspira a ser la primera mujer presidente de Brasil no puede arriesgarse a que esos apoyos vuelvan de forma natural. Por eso ayer se reunió con su partido para diseñar una estrategia y no hay duda de que en breve tendrá un encuentro privado con Silva para averiguar cómo comprar su apoyo. No le será fácil. La candidata del Partido Verde ha admitido fuera de los micrófonos seguir con corazón 'petista', pero Rousseff es precisamente la mujer que boicoteó su gestión al frente del Ministerio de Medio Ambiente con planes energéticos y de desarrollo que ponían en peligro su querido Amazonas.

El bastión de Brasilia

«Si tiene vergüenza y orgullo no volverá con el PT», decía con su rabia Pablo, uno de sus votantes en Brasilia. La capital donde vive Silva se ha convertido en su bastión electoral. Allí los jóvenes liberales con conciencia de nueva clase media piden que acepte las ofertas que sin duda hace ya el PSDB para crear una plataforma común en la que llevar a cabo las políticas medioambientales que no pudo consumar en su propia formación.

El candidato Serra se deshizo en halagos hacia Marina Silva el domingo por la noche y expreso su respeto hacia los diecinueve millones de votantes que han cambiado el mapa electoral brasileño con una nueva revolución silenciosa.

Silva, que durante la campaña ha prometido neutralidad en caso de que se diese una segunda vuelta, saboreaba ayer su victoria y se dejaba cortejar sin alharacas. «He pedido al partido que convoque un pleno para decidir nuestra posición», anunció. Un cambio de postura que abre la incertidumbre sobre su nuevo paquete de votos.

En la sede del PT, la ex guerrillera que se sigue perfilando como la próxima presidenta de Brasil, aunque les cueste más esfuerzo del esperado, era la que mejor mantenía el tipo ante el revés. «Ésta es una oportunidad para explicar mis propuestas y mi proyecto, la segunda vuelta esclarecerá las diferencias. Estamos acostumbrados a los desafíos», proclamó Rousseff.