VARIANTES DE LA CALUMNIA
Actualizado:Después de su relativo fracaso, quiero acudir por si les sirve de algo en ayuda de los señores Méndez y Toxo. Están siendo calumniados. Al segundo se le reprocha que antes de la pintoresca huelga hiciera un crucero baratísimo, en compañía de su mujer. Y al primero se le echa en la poblada cara que le guste comer cocido en restaurantes sólo un poco más caros que las travesías en barco. El arte de calumniar exige una cierta aproximación con lo verosímil. A Barba Azul no se le puede acusar de misógino.
Si los orfebres de la calumnia tuvieran más tiempo para leer hubieran sacado a relucir el testimonio de Azaña contra los calumniadores de oficio y beneficio. En el tomo IV de sus 'Memorias Política y de Guerra' (Ediciones Oasis, de México) aquel español egregio, cuyos clamorosos errores fueron equivocarse de país y de época, cuenta lo que se dijo de él: «Para probar lo arraigado que tengo el instinto crueldad -dice don Manuel- cuentan que mi diversión favorita en la niñez era saltarle los ojos a los pajarillos y que los frailes, mis maestros, me castigaban a besar la mano de mi madre, castigo el más duro que podían imponerme porque yo la aborrecía y la maté a disgustos».
Hay que reconocer que el párrafo transcrito debe figurar como una de cumbre del arte de calumniar, pero también es justo decir que tiene admirables seguidores. Los discípulos son dignos de aquel maestro del agravio, que por cierto escribió después el más baboso ditirambo en un folleto titulado 'El pueblo con Azaña'. Por eso, mientras no cambien los dioses hay muy poco que hacer.
Las banderas de las manifestaciones no solo sirven para agitarlas legítimamente. Su utilidad se amplía y se usan para poner como otro trapo a alguien. Menos mal que nuestros políticos no leen. Ocupan todo su tiempo libre en hacer declaraciones.