Mano dura contra los amotinados
Correa promete que no habrá «perdón ni olvido» contra los policías y los inspiradores de la intentona golpista
Actualizado:Ecuador avanzaba ayer hacia la recuperación de la calma tras la angustiosa jornada del jueves, aunque mantendrá el estado de excepción hasta el lunes. Comercios y colegios volvieron a abrir en Quito y la vida cotidiana regresó bajo la atenta mirada de los 250 militares que vigilan el palacio de Gobierno. El presidente, Rafael Correa, -ya a salvo tras ser retenido durante once horas por los policías sublevados- anunció mano dura para los protagonistas del intento de golpe de Estado y sus mentores. La rebelión se cierra con cinco muertos -tres en la capital y dos en Guayaquil- y cerca de dos centenares de heridos, la mayoría civiles.
De inmediato cayeron las primeras cabezas. El Jefe de Estado Mayor, general Florencio Ruiz, se convirtió con urgencia en Comandante General de la Policía Nacional para sustituir al general Freddy Martínez, obligado a dimitir tras la insubordinación de unos 800 de sus 40.000 miembros que no logró sofocar pese a sus esfuerzos.
También con celeridad se abrieron investigaciones es para determinar quiénes fueron los responsables de la protesta laboral que derivó en el intento de asonada condenado por el mundo entero. Según Correa, fueron «supuestos policías, supuestamente buscando mejoras salariales» dirigidos por su antecesor Lucio Gutiérrez.
El presidente permaneció acorralado durante casi medio día en un hospital militar mientras la violencia se extendía en las calles de Quito entre sus seguidores, que querían rescatarlo, y los amotinados. La situación revertió cuando decenas de soldados y miembros de cuerpos especiales del Ejército protegidos con escudos y máscaras antigás asaltaron a tiros, balas de goma y bengalas el centro de salud.
Pasadas las diez de la noche Correa llegó al palacio de Carondelet, la sede del Gobierno y de inmediato salió al balcón. Ante miles de ecuatorianos prometió que «no habrá perdón ni olvido» para los líderes de la insubordinación que forzaron un «intento de golpe de Estado, de conspiración».
El mandatario de izquierdas aseguró que los sublevados planeaban asesinarle, pero que las tropas leales lo impidieron. Agradeció por ello al Gobierno, al pueblo y a las Fuerzas Armadas, pero en especial al Grupo de Operaciones Especiales de la Policía (GOE), «que se portó muy leal y resguardó las instalaciones del hospital». «Si no, esa horda de salvajes que querían matar, que querían sangre, hubieran entrado a buscar al presidente y probablemente no estaría contando lo que estoy diciendo en estos momentos, porque ya hubiera pasado a mejor vida», manifestó. También hubo tiempo para criticar a la «oposición retrógrada, que hasta negaba que el presidente estaba secuestrado y que lo primero que pedía y exigía era amnistía a los que habían vejado, agredido a la autoridad».
«Muerte cruzada»
Correa también estaba dolido con sus propios diputados, que también se negaron a aprobar la Ley de Servicio Público. Por esa razón, el jefe de Estado contemplaba aplicar la «muerte cruzada», una figura prevista en la nueva Constitución para disolver la Asamblea Nacional y gobernar por decreto hasta la celebración de unas nuevas elecciones. Algunos analistas opinan que, aunque superó el golpe, el presidente podría tener que ceder ante los legisladores para no seguir perdiendo apoyos dentro del oficialismo.
Ya ayer, el ministro del Interior, Gustavo Jalk, anunció que harán «todas las investigaciones (.) porque es importante que el país conozca quien organizó estos hechos y con qué objetivos». Pero aclaró que había que «separar el trigo de la paja» porque no participaron todos los regimientos y sospechó que hubo «infiltrados» entre los policías. Abundando en la teoría conspirativa, Jalk informó que «panfletos circularon hace varias semanas y se pidió que se investigara».
Igualmente serán investigados quienes participaron en la toma de cuarteles en Quito y otras ciudades, quemaron neumáticos, lanzaron gases lacrimógenos y bloquearon las carreteras. También los que aprovecharon la ausencia de la Policía para asaltar comercios y provocar daños a la propiedad ajena.