Sentirse amado
Muchos estudios y estadísticas aseguran que son numerosos los años que dejan de vivir los desamadosEl amor es la razón más poderosa de nuestra existencia
JEREZ.Actualizado:Hace unos días, con motivo de la entrega de los premios del Festival de Cine Donostiarra, una periodista le preguntó al atractivo actor Javier Bardem ¿qué le hacía feliz? A lo que el artista respondió: como todo el mundo, sentirme amado.
En otras ocasiones he escrito sobre este sentimiento humano, sin cuya percepción difícilmente se puede vivir. No son pocos los estudios y estadísticas que cifran en numerosos los años de vida que los desamados dejan de vivir. Sí, porque, lo mismo que al nacer necesitamos sentir el calor del abrazo materno, con el discurrir de los años, la vida se nos hace más dura sin la compañía del amor. Fuimos creados para amar y ser amados, por lo que es la razón más poderosa de nuestra existencia.
Los animales que calificamos como los más crueles: lobos, leones, hienas... suelen estar unidos por fuertes lazos familiares cuyo vínculo principal es el roce y la caricia. Componen clanes perfectamente jerarquizados que no sólo les sirve para la caza, sino que, cada uno con su cometido los fortalece y cohesiona ante la adversidad, protegiendo y favoreciendo la crianza de los cachorros. Sorprende como a pesar de su irracionalidad, los elefantes son los mamíferos más sensibles al «amor» y a los lazos familiares que los unen, por lo que, si se les aparta de su familia pueden morir de tristeza; su gran memoria les impide dejar de recordar a sus líderes y al afecto recibido en la manada.
En los humanos se perpetúan de por vida los años de la niñez, el calor del hogar, nuestros seres más queridos, el tiempo y las caricias que nos dedicaron.
Al llegar a la juventud, buscamos compañía con la que compartir nuestros más íntimos sentimientos con la ilusión de que será para siempre, dándonos y entregándonos en la medida de cada uno, con el deseo constante de la reciprocidad.
En la edad adulta son los años de convivencia los que fraguan las relaciones, volcándose el uno en la otra y viceversa. Aunque a la consolidación contribuyen los hijos, la perpetuidad de la unión la propicia más la inteligencia de la propia pareja con los lazos que saben crear, basada en la entrega de ambos, en la que juega un papel principal la generosidad, la empatía, la comprensión que afloraran, sobre todo, en los momentos de dificultad.
El conocimiento mutuo adquirido a lo largo de toda una vida de convivencia y relación, durante el cual se ha pasado por toda clase de circunstancias y vicisitudes, nos enseña a saber quién es cada cual y cómo reaccionará ante las diferentes situaciones que la vida nos depare.
Es ahí, donde el amor con su generosidad juega un papel esencial, actuando en cadena o como correa de arrastre para que la pareja viva dentro de una espiral de confianza y apoyo mutuo. Esta complicidad los hace ser un binomio ideal para la convivencia.
Generosidad
En la convivencia inteligente de amar para ser amado, es donde radican las mayores posibilidades de bienestar de la pareja. Nube que puede disiparse, pero que ambos deben mantener y revivir cultivando y estrechando los lazos que ambos saben crear debido al conocimiento mutuo: la generosidad y la entrega.
Los que por razones profesionales hemos vivido al pie de la cama de numerosos enfermos terminales, pudimos sentir el verdadero pulso del amor: filial, maternal, conyugal... Llegados los tristes momentos de la enfermedad afloran los auténticos sentimientos, esos que han ido fraguándose a lo largo de toda una vida de generosa convivencia. Durante el tiempo que los enfermos están en los hospitales, los profesionales sanitarios advierten con nitidez el verdadero amor. Sorprendentemente, a veces, el amor conyugal o filial es superado por el de una antigua amistad o lejana relación familiar. De nuevo hacen aparición la generosidad y la entrega, denominador común del amor, cualidad que distingue y valora el enfermo, el que en su estado de postración no desea otra cosa que sentirse amado.
Cariño
De ahí, que en no pocas ocasiones, los desahuciados cambien sus últimas voluntades, dejando como herederos a las personas que con su cariño y generosidad contribuyeron a hacerlos felices en los momentos de enfermedad y desamparo.
Regidas por el Código Civil, las leyes de sucesión han sido estrictas para todo el territorio nacional. Parece ser que ahora la Comunidad Autónoma de Galicia tiene Código Civil propio, cuyas leyes han sido modificadas, permitiendo que el testador pueda disponer ampliamente de su patrimonio, favoreciendo a aquellas personas que sin ser familiares directos han estado a su lado demostrándole su cariño y ayuda en los momentos que más necesitaban sentirse amados.
Esta acertada opción propiciada por las autoridades legislativas gallegas, abre una ventana de aire fresco a aquellas contradictorias situaciones en las que, hijos y familiares ingresan a sus mayores en geriátricos y residencias o abandonan en hospitales, dejándolos a merced de cuidadores desconocidos, que a veces, les muestran más cariño y atenciones que sus propios hijos.
No es extraño pues, que en comunidades como la de Galicia, el enfermo acabe haciendo heredero de sus bienes a la persona que estuvo con él hasta el último momento de su vida.