Los currantes de la huelga
Actualizado:Qué pechá de currar para conseguir que nadie lo haga! El miércoles en España sólo trabajaron, en un ejemplar ejercicio de responsabilidad y compromiso, los liberados sindicales que exhaustos, pero felices por la victoria, tras 24 horas ininterrumpidas de curro, han completado su jornada laboral anual. A ellos les corresponde ahora un merecido descanso hasta la próxima convocatoria -en otro año, en otra legislatura-. Pero cuidado, tras el Telediario de las tres toca moderación en las declaraciones, a ver si al final el Gobierno va a quedar tan desgastado que, sin querer, Rajoy se va a encontrar con la victoria electoral servida en bandeja por los propios sindicatos, y entonces si que va a haber que trabajar, porque con Mariano en el poder, un liberado que no se escaquee va a salir a, por lo menos, una buena huelga al mes.
Pero dicho todo lo anterior, lo cierto es que los sindicatos son los representantes de los trabajadores, los únicos que constitucionalmente tienen atribuida la defensa de sus intereses, y también es cierto que hay motivos sobrados para media docena de huelgas más, con lo que nos debatimos en el dilema nada sencillo de optar entre mostrar nuestro descontento al Gobierno por su lamentable gestión de la crisis, cargando la factura sobre los mismos de siempre - léase funcionarios y currantes- o hacer patente nuestro rechazo hacia estos sindicatos socialmente deslegitimados, tarados por la ideopatía de la lucha de clases como principio rector de una política sindical, que nos presenta un infantil e irreal mundo de buenos y malos; de explotados y ejemplares trabajadores sometidos al yugo de despóticos y avariciosos empresarios.
Qué razón tenía Jorge Manrique cuando escribió aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque en materia sindical no puede ser mas cierto. Tras unos prometedores comienzos en la Transición, tras su afianzamiento en la vida democrática española de la mano de dos enormes líderes como fueron Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, el sindicalismo ha ido a peor sin pausa, hasta acabar estas dos últimas legislaturas tan encoñado con el Gobierno, que cuando al fin se ha dado cuenta de los cuernos que éste le estaba poniendo, ya había cinco millones de parados.