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La normalidad como fracaso

UGT y CC OO han llegado a la huelga con un déficit de imagen que no se conocía desde hace muchos años

FÉLIX MADERO
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Quiero ser conciliador y evitar que se crea lo que no soy y jamás seré. Vaya por delante lo que pienso: los sindicatos serán siempre necesarios. Pero quiero ser también sincero conmigo mismo y no hacerme trampas en el solitario: la huelga de ayer no era en modo alguno la que habían soñado Méndez y Toxo. Fue más bien la que habían temido. Una huelga general es siempre una medida excepcional y es por definición un acto que está siempre fuera de la normalidad. Ayer, 29-S, fue un día casi normal. Mi experiencia es solo una cadena de actos cotidianos, pero ayer hice exactamente lo mismo que normalmente hago cualquier día. El mismo café, el mismo taxi, el mismo Metro, el mismo restaurante, los mismos comercios. ¿Quién hizo ayer huelga? Desde luego no diez millones.

UGT y CC OO han llegado a la huelga general exhaustos y con un déficit de imagen que no se conocía desde hace muchos años. Al final la contradicción de ser bastón y látigo del Gobierno la han pagado. El desapego es creciente, su falta de representatividad notoria, su alejamiento de jóvenes y parados, lacerante. La percepción de que son una empresa se ha instalado en la opinión pública. Y creciendo. Méndez y Toxo, dos tipos razonables y muy estimables en lo personal, no pueden pasar de lo de ayer sin reconocer sus errores y el fracaso de la huelga. Lo peor es que se queden en las cifras imposibles que sus asistentes les ponen encima de la mesa. Es como el que mira pero no ve: no se entera. Unos no han entendido la convocatoria; otros no han querido secundar el paro; los de más allá no se podían permitir el lujo de perder un día de salario; los desempleados no tenían una sola razón para respaldar una huelga hecha para los que tienen empleo.

Méndez y Toxo, dos tipos inteligentes y serios, deben saber que algo han de hacer porque ¿saben lo peor? Lo peor es que ayer había y hay causas para una huelga general. La reforma laboral es un recorte social sin precedentes, un costurón de norte a sur en la piel de los trabajadores. Y los trabajadores han visto a unos sindicatos condescendientes con Zapatero, cómodos en alargar la mesa del diálogo social y muy precipitados cuando el presidente se vio obligado al tijeretazo. ¿Cómo los mismos que apoyaron a Zapatero hacen ahora una huelga sin apenas nombrar a Zapatero? Mingote lo expreso ayer de forma genial en ABC, donde dibujaba a una secretaria en la Moncloa que, con teléfono en mano, decía: «El señor presidente del Gobierno no se puede poner porque hace como que está en huelga contra los sindicatos que hacen que están en huelga contra el Gobierno». ¿Quién lo puede contar mejor?

Nota final y al margen. Cuando Juan Luis Cebrián dice que Belén Esteban tiene más cerebro que algunos diputados está mintiendo. Las fusiones de Tele 5 y Cuatro no deberían obligarle a decir tonterías. ¿O eran mentiras?