Muere a los 85 años el actor Tony Curtis
El actor tuvo que ser hospitalizado en julio pasado en las Vegas a causa de problemas respiratorios
MADRIDActualizado:Tony Curtis ha muerto. Tenía 85 años cuando su hija, la actriz Jamie Lee Curtis, comunicó la noticia a 'Entertainment Tonight'. El actor, que tuvo que ser hospitalizado en Las Vegas el pasado mes de julio a causa de problemas respiratorios, dejaba una estela de papeles memorables, a pesar de que jamás consiguió una estatuilla, algo que siempre le disgustó.
Nominado por Fugitivos (1958), Curtis demostraba así ser mucho más que un brillante comediante al que recordaremos por filmes como Vacaciones sin novia (1958) o Con faldas y a lo loco (1959). Bernard Schwartz, como se llamaba realmente, era hijo de un humilde sastre judío centroeuropeo emigrado a Estados Unidos. Aunque su infancia no fue fácil, ya que creció en el Bronx, tras hacer el servicio militar en la Infantería de Marina en 1942, estudiaría Arte Dramático en el Dramatic Workshop.
Fue así como comenzó su carrera en el teatro, en obras como Twelfth Night o Golden Boy, y conoció a la agente teatral Joy Selznick, sobrina del famoso productor David O. Selznick de los Estudios Universal que, tras entrevistarle, le ofreció un contrato de siete años. Fue entonces cuando, como se cuenta en los archivos de la web imdb.com, ‘Boinie’, como le llamaban, cambió su nombre por el de Tony Curtis, una mezcla surgida del nombre del protagonista de la novela de Hervey Allen Anthony Adverse y del de su tío Janush Kertiz.
Sus inicios en el cine comenzaron por un papel de dos minutos de duración en Criss Cross (1949), junto a Burt Lancaster, donde encarna a un gigoló capaz de dar celos a la estrella del momento bailando con Yvonne De Carlo, al que le siguió otro en el que su personaje ya tenía nombre, Mitch, en City Across the River (1949).
Su carrera no había hecho más que comenzar y, en los años venideros, consiguió su primer papel importante gracias a un western de Alfred E. Green, Sierra (1950), y su lanzadera en una película de gran presupuesto como Winchester 73, dirigida por Anthony Mann y protagonizada por James Stewart. Tras Su alteza el ladrón (1951), Curtis trabajaría en el 53 por vez primera con la que, en 1951, se convirtiera en su primera esposa y madre de Jamie Lee, Janet Leigh, en Houdini, filme en el que el actor vio duplicados sus ingresos, pasando de los 700 dólares semanales de Furia en la sangre (1952) a los 1.500 que le reportó encarnar al famoso escapista. Eso sí, el gran salto fueron los 25.000 semanales que, en 1958, le pagaran por Los vikingos.
La época dorada
Curtis ya suponia un fuerte reclamo de taquilla cuando, en 1958, encarnara a Eric en esta película dirigida por Richard Fleischer junto a su esposa Janet Leigh y Kirk Douglas, actor al que en 1960 daría la réplica en Espartaco. Los promotores de la película tuvieron claro que debían aprovechar el tirón del matrimonio exprimiendo hasta la saciedad la romántica pareja del esclavo y la princesa y logrando que Los vikingos se convirtiera en el quinto título más rentable de ese año, con beneficios en Estados Unidos y Canadá de unos siete millones de dólares.
Ese mismo año, le llegaría la nominación al Oscar al mejor actor por Fugitivos, nominación compartida con su compañero de reparto Sidney Poitier, pero en 1959 se presentaba una superproducción que se haría, por vez primera en la historia, con 11 galardones. Hablamos de Ben Hur y sería su protagonista Charlton Heston quien se hiciera con la Estatuilla que Curtis no recibiría jamás a lo largo de su vida.
Pero gracias a este papel y a su imagen de galán apuesto y refinado se fijó en él Billy Wilder, que para el papel de Joe/Josephine de Con faldas y a lo loco (1959) necesitaba un buen actor lo bastante atractivo para que la protagonista femenina se enamorase de él. De hecho, Marilyn Monroe pasó por sus brazos tanto dentro como fuera de la escena, tal y como ocurriera con su compañera en La pícara soltera (1964) y “La carrera del siglo” (1965), Natalie Wood.
Pero a Wilder no le iba a ser fácil conseguirlo. Tal y como cuenta Juan Tejero en “¡Este rodaje es la guerra”, editado por T&B Editores, Curtis estaba entonces en mitad de un contrato de siete años con la Universal y ganaba 25.000 dólares semanales, algo que pudo solucionar el productor Walter Mirisch. Se redactó así un contrato por el que recibiría 100.000 dólares por interpretar el maravilloso doblete para el que Curtis imitó la voz de Cary Grant y cogió las maneras de Grace Kelly, a pesar de que sería una drag queen llegada desde Berlín quien les enseñaría a él y a Jack Lemmon todos los trucos femeninos.
A pesar del riesgo que suponía que Curtis y Lemmon aparecieran vestidos de mujer durante casi todo el filme, la historia resultó, en gran parte por esa locura encajada en los sangrientos años 20, no hay que olvidar que es en este filme donde Wilder representó de manera cómica la famosa Matanza del Día de San Valentín ocurrida el 14 de febrero de 1929 cuando Al Capone decidió que para deshacerse del capo George ‘Bugs’ Moran debía eliminar a toda su banda.
El declive
Un año más tarde, y tras haber participado en películas como Operation Petticoat, bajo la batuta de Blake Edwards, ¿Quién es esa chica?, de nuevo junto a su mujer, y Perdidos en la gran ciudad, de Robert Mulligan, Curtis encarnó al esclavo poeta Antonino en Espartaco, donde protagonizaría una escena ‘escandalosa’ y censurada que, año más tarde, se volvería a incluir: su poderoso atractivo es capaz de despertar el interés sexual de su amo Marco Licinio Craso (Laurence Olivier).
Tras su divorcio en 1962, año en el que Curtis compartía la pantalla con Yul Brynner en Taras Bulba, Curtis se casó con Christine Kaufmann en 1963 y estrenó un peculiar thriller de John Huston, El último de la lista, en el que grandes estrellas como él, Douglas, Robert Mitchum o Frank Sinatra aparecían convenientemente camuflados para descubrirse en los títulos de crédito. Pero, tras grandes éxitos y papeles a través de los que tocó todos los registros, llegaron fracasos como El estrangulador de Boston (1968). En la década de los 70 Tony Curtis se ve obligado a dejar de trabajar por sus problemas con el alcoholismo.
Series de televisión y papeles secundarios ocupan la mayoría de sus trabajos posteriores, si bien siguió siendo ese seductor, ya decadente, capaz de encarnar al mismísimo Casanova en Some Like it Cool (1977), época en la que estaba casado con la esposa que más le duró, Leslie Curtis, si bien no fue la última, ya que a ésta la siguieron Andrea Savio y Jill Vandenberg Curtis, su viuda. The Immortals (1995), Louis and Frank (1998) o David and Fatima (2008) son algunos de los últimos trabajos de un actor que nos deja, más allá de un legado de más de 100 películas, sus cuadros, que expuso en 2008 en los almacenes londinenses Harrods, y su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, una autobiografía titulada Un príncipe americano: memorias y consejos como el que le diera a Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco: “¿Quieres seguir mi consejo?. Olvídate de este asunto. Convéncete de que eres un hombre. ¡Eres un hombre!”. Porque, ante todo, eso es lo que fue Curtis, un hombre grande en la meca del cine.