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Cádiz, con la baraja a medio echar
La mayoría de los locales optaron por abrir al mediodía, cuando terminó la manifestación Un grupo de más de 50 personas presionó a los comerciantes de la capital para que sumaran
CÁDIZ. Actualizado: GuardarEsta vez no hubo neumáticos en llamas a las puertas de astilleros ni bronca entre piquetes y trabajadores a la entrada del puerto. Los sindicatos ya contaban de antemano con el apoyo del sector. Tampoco hubo que cortar la carretera industrial ni el puente Carranza. El objetivo era el comercio.
Los ánimos ya andaban caldeados cuando los empleados empezaron a acercarse a los establecimientos del casco histórico. Los primeros piquetes, dirigidos por los más jóvenes, se desplegaron por varias vías. Desde Columela hasta El Palillero. De Ancha a José del Toro. Plaza de Las Flores, Catedral y Ayuntamiento. Ahí se concentró la tensión durante una huelga que funcionó a medio gas.
Los grupos de presión apostaron por aquello de que la unión hace la fuerza y terminaron conformándose en un solo piquete. Y aquellos que decidieron no secundar la convocatoria de paro general soportaron el acoso y los gritos de medio centenar de personas. Dada la situación, fueron pocos los que decidieron levantar el cierre en intramuros. Al otro lado de las murallas, la cosas estuvieron más calmadas. La mayoría colgó el cartel de cerrado como si se tratara de un domingo cualquiera.
Quizá uno de los momentos de mayor tensión lo vivieron los encargados del supermercado Carrefour de la calle Libertad. A las nueve de la mañana tuvieron que enfrentarse a algunos colectivos que les reprocharon no seguir el paro. Las palabras se quedaron cortas y algunos partidarios de la huelga comenzaron a golpear fuertemente la baraja, hasta que la doblaron. No tuvieron más remedio que acceder a las peticiones a pesar de contar con presencia policial. A las doce de la mañana, aún con la cancela a medias dudaban si abrirla o bajarla definitivamente.
El mercado de abastos era ayer gran galería desierta. Vigilada por efectivos de la Policía Local, la mayoría de los comerciantes no ocuparon sus puestos y pidieron al Ayuntamiento que pusieran el candado a las cuatro puertas que custodian el edificio. En el mercado Virgen del Rosario, Enrique fue el único de los detallistas que abrió: «Yo soy autónomo y no me puedo permitir dejar de trabajar un día porque ningún sindicato va a venir a pagarme el jornal. Si vienen a pedirme que cierre pues lo haré y cuando se vayan volveré abrir».
Todos abiertos por la tarde
Esa fue la actitud general. Poco a poco el piquete del centro fue ganando fuerza con la llegada de nuevos integrantes. Y presión fue lo que hicieron en el restaurante San Francisco cuando intentaron que el dueño cerrase el local. El enfrentamiento entre los dos bandos quedó escenificado entre el responsable del establecimiento y una de las sindicalistas. Los petardos no contribuyeron a calmar los ánimos.
Tras el pequeño altercado, la comitiva puso rumbo a Columela. Pronovias fue el objetivo marcado. El colectivo gritó y amenazó con romper los cristales. Ante la persuasión, la responsable prefirió abandonar.
La concentración celebrada a las 12.30 en la plaza de España disolvió al grupo y una vez concluida, los comercios decidieron abrir y así continuaron durante la tarde, especialmente en Columela, donde se concentran los establecimientos de grandes cadenas.
Quizá uno de los mayores problemas fue la movilidad en la ciudad. Los autobuses urbanos cumplieron de manera escrupulosa los servicios mínimos. Apenas llegaba a pasar uno cada hora por línea durante todo el día. Muchos optaron por evitar la espera con el taxi, que no secundó la huelga. También sufrieron los mayores destrozos con seis lunas rotas, según el balance del Ayuntamiento. Información que los sindicatos convocantes niegan.
Poco niño y mucho profesor
La presión sindical en los edificios públicos se resumió en unos cuantos tapones de silicona. Las delegaciones provinciales de Educación y Justicia amanecieron con las cerraduras inutilizadas en el centro. También la de Empleo, cuyos trabajadores fueron recibidos a gritos por un piquete a primera hora de la mañana. Colegios, hospital y ambulatorios, obligados a prestar servicios mínimos, abrieron sin incidencias.
Curiosa era la estampa en la mayoría de los centros escolares, con todos los profesores en el aula y sin apenas alumnos. Uno de los mejores ejemplos lo mostró el Josefina Pascual, en el casco histórico, donde sólo acudieron 20 niños, que se divertían en el patio vigilados por casi el mismo número de docentes. Sólo optó por permanecer cerrado el Carlos III, en la avenida Duque de Nájera. No lo anunciaron como ya hicieran en la huelga de funcionarios, pero tampoco atendían al timbre cuando se llamaba.
La situación en los institutos era aún más desoladora. Apenas acudieron unos cuantos estudiantes de ESO y prácticamente ninguno de Bachillerato y Ciclos Formativos. Sus profesores sí estuvieron esa mañana en el trabajo, como en el caso del Náutico, donde sólo secundaron la huelga cuatro profesionales. En Columela, Drago o Bahía de Cádiz la situación fue muy similar.
Los universitarios sí se sumaron a la protesta, fundamentalmente los de la Facultad de Filosofía y Letras. A media mañana ya no se impartía ni una sola clase. Un piquete visitó las instalaciones a primera hora, pero lo hizo de manera ordenada, tal como confirmó el decano, Manuel Arcila. Los estudiantes de la rama biosanitaria sí tuvieron una mayor presencia en las aulas.
Y justo enfrente, en el Hospital Puerta del Mar, todo funcionaba como un día laborable. El seguimiento fue mínimo, aunque la huelga sirvió para reducir el tránsito habitual de pacientes y visitas en el centro. En la entrada esperaban algunas ambulancias de la empresa Barbate, cuyo comité había decidido secundar el paro. Varios conductores confirmaron que sólo prestaron servicios mínimos para pacientes con necesidades especiales como los que se someten a diálisis, quimio y radioterapia.
Los centros de salud vivieron una de las jornadas más tranquilas, con la mayoría de los facultativos en consulta. A pesar de que se habían limitado las citas previas, los pacientes que pidieron número fueron atendidos sin demoras. Los únicos que vivieron una mañana ajetreada fueron los trabajadores de la recepción de Vargas Ponce, que no pararon de atender llamadas de usuarios interesados por las consultas.