La huelga pasa de puntillas por el Congreso
El 29-S no ha impedido la actividad parlamentaria; lo mismo ocurrió el 20-J de hace ocho años aunque entonces la bronca que se montó en la Cámara Baja a costa del paro fue monumental
MADRID Actualizado: GuardarEspaña vuelve a vivir una jornada de huelga general ocho años después de aquel 20-J que consiguió tumbar buena parte del 'decretazo' del Gobierno Aznar y que le costó el cargo al entonces ministro de Trabajo y hoy alcalde de Burgos, Juan Carlos Aparico. Pocas coincidencias hay entre aquel paro general y el 29-S: entonces gobernaba el PP con mayoría absoluta, ahora Zapatero hace equilibrios parlamentarios para sacar adelante sus proyectos en el Congreso y hasta ahora lo ha conseguido. Al frente de UGT estaba, como ahora, Cándido Méndez, pero quien lideraba Comisiones Obreras era José María Fidalgo, hoy olvidado en el sindicato de controla ahora Fernández Toxo.
El lema de aquella convocatoria fue ‘Empleo y protección social son tus derechos ¡Que no te los quiten!’ y se dirigió contra las medidas de reforma de la protección por desempleo. Las centrales sindicales cifraron el seguimiento en un 84%; el Ejecutivo rebajó ese porcentaje al 17%. Ese año el número de parados apenas superaba los dos millones (2.081.000) y la economía crecía a un ritmo del 2,9%. Los servicios mínimos llegaron por decreto. La del 29-S, en cambio, va a ser la primera huelga de la democracia con unos mínimos pactados entre el Gobierno y los sindicatos.
El día de la semana de la convocatoria es de lo poco en común entre el 20-J y el 29-S: un miércoles. Entonces, como ahora, con pleno en el Congreso. La coincidencia acaba ahí porque nada tiene que ver lo que ocurrió hace ocho años con lo vivido hoy: empezando por el pequeño detalle de que entonces el PSOE apoyaba la protesta y en esta ocasión la protesta va dirigida contra política que aplica el PSOE desde el Gobierno.
Este miércoles la sesión se ha desarrollado como una más, con el habitual cruce de declaraciones entre Zapatero y Rajoy y el siempre esperado choque dialéctico entre la vicepresidenta priemra, María Teresa Fernández de la Vega, y la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría. Las pocas referencias al paro se han recogido en los pasillos de la Cámara, como el escueto "voy a trabajar" de Zapatero. Nada que ver con lo que vivió la Cámara el 20-J de 2002: una áspera y tumultuosa sesión en la que no faltaron los insultos, los abucheos y las pancartas. La jornada parlamentaria comenzó a calentarse con unas declaraciones del portavoz del Gobierno, Pío Cabanillas, que en una entrevista radiofónica aseguró que en España no había huelga. En un gesto muy significativo, apareció por los pasillos del Congreso con la mayoría de los periódicos; quería demostrar así el fracaso de la convocatoria, que no había conseguido evitar que la prensa estuviera en la calle. Fue sólo el principio.
El PSOE, con la huelga
Ese día comparecía el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, para presentar su informe anual y tras su intervención todo aquel que tomó la palabra en la tribuna de oradores aprovechó para defender o criticar la huelga. La única ausencia, que se ha erpetido este miércoles, fue la de Izquierda Unida.
El más incisivo fue el portavoz del grupo socialista, Jesús Caldera: "Señor Múgica, la inmensa mayoría del pueblo español está hoy ejerciendo un legítimo y democrático derecho a la huelga general contra una medida que les recorta sus derechos sociales". Con los primeros aplausos del PSOE comenzó a subir la temperatura del pleno. Sus críticas se dirigieron especialmente a Cabanillas, al que llamó “el mentiroso oficial del Gobierno”. La bronca estaba servida. La presidenta de la Cámara, Luisa Fernanda Rudi, tuvo que intervenir para pedir a Caldera que retirara su expresión, que ella entendió como "mentiroso oficial del reino". Aunque Caldera se negó, nadie podrá encontrar esa frase en el Diario de Sesiones porque la presidenta ordenó que se suprimiera.
A partir de entonces el debate se convirtió en un diálogo de sordos con constantes interrupciones y airadas protestas. Cuando Caldera terminó su exposición, varios compañeros de partido exhibieron unos carteles en los que se podía leer ‘huelga general’. Otra vez tuvo que intervenir Rudi para que los retirasen. En el turno del PP, las declaraciones de su portavoz, Celso Delgado, tampoco contribuyeron a calmar los ánimos. Tachó de “patética” la intervención de Caldera y, dirigiéndose a los diputados socialistas, se refirió al "fracaso estrepitoso de la huelga que ustedes auspiciaban".
De lo que no hay duda es de que en el Congreso ese 20-J triunfó la huelga de las buenas maneras. Ocho años después, el triunfo ha sido para la normalidad.