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Foto: Emilio Pereda
PREVENIR Y CURAR

Ojo al oído: es el sentido más frágil y requiere escucharlo

Una higiene correcta, rechazar las exposiciones prolongadas a sonidos muy altos, el diagnóstico precoz, acudir al médico ante pérdidas auditivas o atender a los especialistas en materia de audífonos, los mejores remedios para gozar de un buen oído

PILAR MANZANARES
MADRIDActualizado:

Conversar, escuchar música, hablar por teléfono, poner la radio, percibir la proximidad de un coche, saber si el niño está despierto en la habitación de al lado o si en la calle ha empezado a llover... Cuesta imaginar la vida sin oído, pero la realidad es que no resulta tan fácil conservarlo.

«El 90% de la población tiene algún tipo de déficit pasados los setenta años, entre otras razones debido al envejecimiento de unas células del oído interno llamadas ciliadas», estima Francisco Antoli- Candela Cano, director del Instituto Otorrinolaringológico Antoni Candela y jefe de Servicio de Otorrinolaringología del Grupo Hospitales Madrid.

No obstante y por fortuna, los progresos en las soluciones auditivas han alcanzado un elevado grado de sofisticación y hoy en día es posible paliar en buena media la pérdida de oído.

Además de los audífonos tradicionales, existen los implantes cocleares, un transductor que transforma las señales acústicas en señales que estimulan el nervio auditivo. También están disponibles los audífonos implantables, que hacen lo mismo que los exteriores pero en el oído medio mediante el uso, bien de un micrófono bajo la piel que recoge el sonido, bien utilizando la membrana timpánica como receptor.

Sin embargo, no todos los déficits auditivos están asociados a la edad. Se han diagnosticado enfermedades que generan diversos tipos de sordera: básicamente, las hay que afectan al oído medio, encargado a través del tímpano y la cadena de huesecillos de amplificar el sonido (como la Otoesclerosis o las Otitis) y otras que afectan a algo más interno, como a la cóclea o al caracol.

En el oído interno normalmente son procesos degenerativos que afectan a la zona del nervio auditivo (como el neurinoma del acústico), si bien también se pueden dar enfermedades que perjudican a las vías auditivas. Sería el supuesto del ictus localizado en esa zona. No obstante, debe tenerse encuenta que, «en estos casos, la pérdida auditiva es lo menos preocupante», matiza el doctor Antoli-Candela.

Especiales para niños

Las otitis medias crónicas motivaban antes el 30% de las cirugías, ahora oscilan ya tan solo entre el 10 y el 15%, gracias a una mejor higiene y a unos antibióticos más avanzados que combaten las infecciones de oído. Según los datos estadísticos disponibles, las otitis serosas (un proceso catarral que afecta a la mucosa de la caja timpánica y su sistema de ventilación natural) son padecidas por dos de cada tres niños, por lo menos una vez antes de cumplir los seis años.

«Cuando un alumno en el colegio parezca que está distraído o no aprende bien, hay que preguntarse si puede padecer un déficit auditivo transitorio o permanente y ponerle en manos de especialistas. El diagnóstico de la otitis serosa se hace ahora muy precozmente porque se atiende más a este hecho de pérdida de audición por parte de los profesores y los pediatras y saben que los otorrinos tenemos la solución», señala Antoli-Candela.

Por esta mayor atención y para su mejor tratamiento, se ofertan hoy en el mercado audífonos con características especiales para los más pequeños. Lidia Rosselló Martinelli, licenciada en Fonoaudiología, técnico superior en Audiología, audioprotesista y directora de RV Alfa (Centro de Audiología, Logopedia, Foniatría y Audífonos), cuenta que «se tienen en cuenta aspectos audiológicos muy aconsejables y necesarios para que un niño que dependa de sus audífonos para adquirir el lenguaje pueda disponer de cierta información que en los adultos no es necesaria o no es tan importante».

Más allá de que incorporen indicadores luminosos para que los padres comprueben si funcionan correctamente o de cordones que los fijan a la ropa para que no se pierdan, pueden usar sistemas de frecuencia modulada que permiten seguir con mayor nitidez las clases.

Salud e higiene del oído

«Para que los niños adquieran correctamente el lenguaje, es esencial que los audífonos amplifiquen los sonidos suaves, uno de los rasgos distintivos del habla que ayuda a asimilar ese aprendizaje», matiza Roselló.Además de estos avances apuntados, los expertos señalan la importancia en la disminución de las minusvalías por causas auditivas gracias al diagnóstico precoz de la hipoacusia, que antes no se llevaba a cabo. El ‘screening’ neonatal para la detección precoz de enfermedades y prevención de discapacidades en recién nacidos ha incorporado a sus pruebas, en algunas comunidades autónomas, la de la hipoacusia. Mediante esta comprobación, se detectará qué niños nacen con un riesgo de merma auditiva o con una pérdida auditiva más o menos severa. El experto en Otorrinolaringología responde con rotundidad al ser preguntado por el uso bastante extendido de bastoncillos de algodón o de sprays para limpiar los oídos: «Nunca jamás. Limpiar el oído supone interferir con sus mecanismos de limpieza propia. El uso de bastoncillos acaba por producir tapones, lesionar la piel o por arrastrar hacia dentro parte de la cera, que se pega al tímpano. Hay que limpiar la oreja, pero nunca el conducto auditivo. A ese respecto, no hay que hacer nada sin el consejo de un médico».

Desde el punto de vista de la salud auditiva, los hábitos no varían con respecto al resto del organismo, aunque además hay que evitar traumas acústicos. Para ello, conviene saber que el rango dinámico de una persona normal, que es el espacio comprendido entre lo mínimo y lo máximo que puede tolerar su oído, oscila de 0 a 120 decibelios.

Roselló Martinelli asegura que, aunque el oído lo permita, no se puede someter de una manera continuada o durante periodos prolongados a semejante intensidad máxima. Así, por ejemplo, en una fábrica, los valores pueden rondar los 85 decibelios como tope para poder soportarlos de una forma sostenida. La intensidad y el tiempo de la exposición son las dos variables que es preciso regular: a mayor intensidad, menor tiempo de exposición sin riesgo.