Ellas también saben de fútbol
El deporte rey ya no es cosa solo de hombres. Las mujeres se enganchan con la misma pasión que los varones a un espectáculo que no entiende de edades ni de clases sociales y, ahora, tampoco de sexos
MADRID Actualizado: GuardarAún con la euforía roja en el ánimo, por fin ha arrancado la Liga, un acontecimiento esperado con ansiedad por millones de españoles… y de españolas. La muletilla, tan políticamente correcta, no está fuera de lugar. Responde a una realidad: la mujer se ha sumado como espectadora al deporte que más pasiones levanta y que, durante un tiempo no muy lejano, fue motivo de pelea en tantos hogares porque los hombres abandonaban a sus esposas los domingos por la tarde o se adueñaban del mando a distancia en cuanto había un partido televisado. Encima, solo había una pantalla en casa.
La escena ha cambiado radicalmente. La mayoría de los hogares tiene ahora varios televisores, lo que evita discusiones, pero emerge una razón más poderosa: el aumento progresivo de mujeres que se interesan por el fútbol, acuden a los estadios, se hacen socias de clubes, consumen prensa deportiva, incluyen los goles en sus temas habituales de conversación y, al igual que los hombres, gritan, sufren y disfrutan en las gradas o en el sofá.
«La sociedad es ahora más igualitaria y la mujer se ha incorporado al fútbol como a otros ámbitos de la vida», afirma Ramón Llopis, especialista en Sociología del Deporte y autor de estudios sobre la transformación del fútbol en un fenómeno de masas o sobre las peñas de mujeres creadas en España.
Aunque siempre ha habido aficionadas al deporte rey. En 1924, el Real Madrid incluía en su lista de socios a adelantadas para su época como la política Clara Campoamor. Otros clubes más modestos, como el Oviedo o el Alavés, también contaban con afiliadas hace décadas. Claro que, hasta los años setenta del siglo pasado, lo frecuente era que compartieran categoría con los infantiles, lo que impedía que ellas tuvieran voz y voto en las asambleas.
Ya con la democracia, las primeras que formaron parte de juntas directivas se encontraron con que los campos de fútbol eran masculinos en todo, hasta en los baños: ni siquiera había servicios para ellas. Lo cuentan Eva Orúe y Sara Gutiérrez en ‘Locas por el fútbol. De las gradas al vestuario’ (Temas de Hoy), el libro que publicaron en 2001 cuando, a la vuelta de un tiempo en el extranjero, vieron cómo sus madres habían sucumbido al fenómeno tras haberlo criticado durante años.
Menos violencia
Unos datos. La encuesta nacional sobre hábitos deportivos de 2005, realizada por el Consejo Superior de Deportes, concluyó que el 73% de los hombres estaba interesado en los deportes en general frente al 50% de las mujeres. La afición por el fútbol alcanzaba el 74% entre ellos, pero descendía al 26% en ellas. Y si es cuestión de ponerse las botas, irrumpe un abismo: de las casi 700.000 licencias federativas concedidas en España para practicar el balompié, solo el 1,9% están en manos de mujeres.
Entonces, ¿cómo explicar su creciente presencia en los campos de fútbol más allá de las conquistas sociales de la población femenina? Ramón Llopis señala varias razones. La primera, la reducción de la violencia en los estadios gracias a un mayor control policial y a medidas como la conversión de las gradas en asientos. «Muchos clubes incentivaron la asistencia de mujeres porque los expertos decían que así habría menos violencia en los campos», afirma el sociólogo, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Valencia.
El interés de las mujeres ha coincidido, además, con el momento en el que el fútbol ha llegado a todos los rincones del planeta. Ya no es solo un deporte, mueve mucho dinero, tanto que en España supone el 1% del Producto Interior Bruto y alcanza el 2,3% del PIB del sector servicios. Los grandes clubes pagan sumas desorbitadas por los mejores jugadores, erigidos en ídolos y en iconos del capitalismo cultural en el que vivimos, junto a las estrellas del cine.
A ello han contribuido los medios de comunicación, que amplifican todo lo relacionado con este deporte, en especial la televisión, porque el fútbol se ha convertido, apunta Llopis, «en un género televisivo y cada vez más seductor», con unos índices de audiencia inimaginables para cualquier otro género de programa. Los avances tecnológicos en la retransmisión de los partidos han transformado el fútbol en un espectáculo ideal para ser visto también fuera del campo: en casa, un bar, un cine o incluso una plaza.
El balón levanta más pasiones que nunca, y las mujeres no quieren permanecer al margen de un espectáculo que tiene su origen en el ámbito elegido por los hombres europeos para construir su masculinidad y sentir la pertenencia a un grupo cuando otros tipos de identificaciones, como las religiosas, han perdido peso. «El fútbol ha sido y es aún un mundo masculino, que estructura el tiempo de ocio en nuestra sociedad, establece los momentos laborables y los que no lo son. Gracias a eso, los aficionados pueden satisfacer cada semana esa dimensión básica del ser humano de sentirse parte de un grupo», sostiene el sociólogo.
Igualdad de género asumida
En el campo no rigen las normas del trabajo, es otro tiempo, se nota en el ambiente y lo percibe cada espectador. Por eso, los aficionados aparcan por dos horas el autocontrol y se dejan llevar: gritan, insultan al árbitro, corean canciones o hacen la ola. Son actitudes compartidas por tímidos y extrovertidos, trabajadores y ejecutivos, de izquierdas o de derechas. Unos llevan bufandas o camisetas de su club o, sobre todo en los choques internacionales, dibujan en sus rostros los colores de su equipo.
Esos colores son la seña de identificación con unos jugadores que representan a tu pueblo, tu ciudad o a tu país. Todos los aficionados tienen un sentimiento común, el de ganar al otro, y las mujeres han decidido participar de ese ritual festivo al observar, además, un cierto relajo en lo que se podría denominar la tradicional masculinidad del fútbol. Fenómenos como el de Beckham, con su famosa metrosexualidad y su no menos conocida esposa, han influido en el acercamiento de las hembras al balompié. «Claro que el fútbol sigue siendo un mundo masculino, como casi todos los deportes, pero la situación ha cambiado y las mujeres, sobre todo las jóvenes, se acercan sin complejos al fútbol porque ellas han crecido con la igualdad de género asumida», afirma Eva Orúe.
Techo de cristal
Los hombres han aceptado la presencia de la mujer en los campos y en los bares para seguir los partidos, aunque el machismo esté presente y todavía sean habituales los comentarios irónicos de algunos sobre la capacidad femenina para entender el fútbol, un deporte con reglas muy sencillas, lo que ha contribuido a su popularización. «Ya no es como hace treinta años, pero aún se escucha eso de ‘¿qué sabras tú?’ dirigido a una mujer cuando ésta opina sobre cualquier jugada», reconoce Ramón Llopis.
Y Eva Orúe añade: «Es curioso, pero nunca sorprendió a nadie que hubiera mujeres en la barrera de los toros y, sin embargo, a algunos hombres aún les extraña que ellas vayan al fútbol y sepan qué es una falta o un fuera de juego».
Los tópicos permanecen en algunos subconscientes, pero la mujer no quiere ser simple acompañante ni tampoco espectadora pasiva. Ahora reivindica su derecho a saber y a opinar sobre fútbol, aunque las más jóvenes tengan una forma de vivir este deporte bastante distinta a la de los chicos: lo hacen como fans, atraídas por los jugadores más mediáticos, como si de cantantes o actores se tratara, pero muchas, con el paso de los años, completan el recorrido hasta convertirse en aficionadas, simplemente en personas que disfrutan viendo jugar e identificándose con unos colores.
Pero también en el fútbol parece existir un techo de cristal para las mujeres, dificultades para alcanzar etapas a las que sí acceden los hombres, donde se asumen responsabilidades y se toman decisiones. «Muchas aficionadas se sienten defraudadas al comprobar que el fútbol sigue siendo un mundo masculino, que las peñas son un universo más cerrado aún, en el que ellas no tienen encaje», asegura Ramón Llopis.
Las peñas femeninas comenzaron a surgir a mediados de los ochenta; las mujeres las crearon para poder definir unas reglas de juego a su medida o, simplemente, para acudir juntas a los estadios. «Constataban, aunque fuera de manera indirecta, que las peñas de fútbol no eran espacio para ellas», añade Llopis.
En su opinión, el fútbol suscita entre las mujeres una doble tensión, la causada por la masculinidad que rechaza la presencia femenina y la provocada por la atracción hacia el mundo masculino. «Y en esa tensión, afortunadamente, prevalece el atractivo por lo masculino», concluye el sociólogo. La igualdad de género, pues, empieza a jugarse también en los estadios.