El ciclón Alonso sopla otra vez
El español se coloca a sólo once puntos de Webber con su victoria en Singapur; Triunfo inapelable a su estilo, con una gran salida y un control de carrera magistral pese al acoso constante de Sebastián Vettel
SINGAPUR.Actualizado:Cualquier signo de liberación se expresa desde la espontaneidad, el mejor termómetro para calibrar los sentimientos de la gente. Sucedió en Singapur, 70% de humedad, agobiante sensación de acuoso calor permanente, decimoquinta cita del Mundial de F-1. Ganó Fernando Alonso y se desquitó de un estrés interior que lo tenía hierático, en una pose solemne y sacerdotal. Lo expuso en el podio, la mejor pasarela para descubrir lo que se esconde detrás de las máscaras y los cascos. Venció Alonso y se regó con agua sentado en un sillón mientras esperaba los himnos, brincó varias veces sobre el cajón en un gesto inusual, descorchó el champán y trasegó un potente sorbo de la botella, guiñó varios veces el ojo a los empleados de Ferrari que le hacían la ola desde abajo. Vuelve el vendaval ahora que se ventila el título.
Fue un triunfo inapelable, sin la apostilla cizañera que habitualmente envuelve cada maniobra en la Fórmula 1. Tenía Alonso el freno echado de la euforia por varios motivos. En Alemania, aquella sugerencia desde el garaje a Massa para que aflojase las manos, en Hungría el gobierno de los Red Bull, en Monza la presencia del propio brasileño en el podio aún con posibilidades de conquistar el título. En Singapur nada privó al asturiano de encontrarse a solas con su felicidad.
Fue una victoria de autor, al estilo Alonso. Concebida desde la autoridad de un tipo que no negocia con el triunfo a la vista. Se cimentó en la salida, una arrancada por las bravas. Vettel volvió a medir la talla de los Ferrari después del semáforo rojo y Alonso reaccionó como un defensa a la antigua. Cerró el agujero negro como una centella y el alemán comprendió que la tarde no podía ser fácil.
Superadas las primeras curvas y el primer giro, Alonso estableció las condiciones. Cualquiera que aspirase a ganar, debía contar con su oposición. El asturiano no suele especular en esa tesitura y lo que vino a continuación fue una obra conocida. Una sinfonía de vueltas rápidas (hasta ocho) encadenadas como si fueran churros recién salidos de la freidora a primera hora del día.
Vettel también mostró ahí su indudable estatura como piloto y en vez de arriesgar a lo loco, de perpetrar un mano a mano con Alonso, se sumergió en el mundo de las vueltas rápidas, tan veloz como el español. Supersónico sí, pero no inconsciente. Vettel olvidó sus picores adolescentes y se guareció a la sombra del español. Nunca lo atacó de verdad, ni siquiera cuando Webber se situó a su vera.
El australiano de Red Bull salvó la cara en Singapur gracias a la estrategia y la veteranía. Cambió neumáticos en la vuelta cuatro, con el coche de seguridad en pista y avanzó treinta segundos hasta la tercera posición cuando entraron los demás en el garaje. E hizo valer sus galones frente a Hamilton cuando éste le intentó superar en un arrebato más de quien es imprescindible en la Fórmula 1. Para bien o para mal, el inglés siempre da espectáculo, aunque como ayer, purgase su segundo cero consecutivo.
Vettel no se atrevió con Alonso en la última posta. Demasiado arroz. Ferrari y su número uno han dado con la tecla en el tramo decisivo de la temporada. Y el español posee un innegable poder de intimidación sobre sus contrincantes. Salió otra vez el coche de seguridad y apretó el pelotón. Se juntaron los cinco magníficos, todos a la estela del asturiano. Se incendió el coche de Kovalainen y no alteró la contienda. Nadie pudo ayer envenenar la felicidad de Alonso.