UN GOBIERNO EN EQUILIBRIO
Zapatero logra salvar su respaldo parlamentario, pero aún debe hacer frente a la inestabilidad en sus propias filas
Actualizado:Ha sido una semana de buenas noticias para el Gobierno, pero a José Luis Rodríguez Zapatero aún le queda un otoño duro por delante. La aprobación de los Presupuestos para 2011, casi garantizada gracias al acuerdo con el PNV, y el arreglo del ministro de Fomento, José Blanco, y los sindicatos para garantizar unos servicios mínimos en el transporte durante la huelga general del próximo miércoles ayudarán al presidente del Gobierno a gestionar la crisis con algo más de sosiego, pero no hará que las turbulencias externas desaparezcan. Ni evitará las réplicas internas. El nerviosismo que se vive en las tripas del PSOE solo es comparable al que atenazó al partido en los años finales del 'felipismo'.
Hace tiempo que bulle entre los socialistas una cierta sensación de fin de ciclo. Y aunque sólo algunos, como el presidente castellano-manchego, José María Barreda, han osado decirlo en público, es fácil encontrar a dirigentes del partido que admiten estar asistiendo a movimientos y jugadas de alto nivel para garantizarse buenas cartas de cara «a lo que pueda pasar». Hasta principios de verano lo que podía pasar era simplemente una remodelación en el Gobierno, pero ahora entra en la ecuación la retirada del propio José Luis Rodríguez Zapatero, su renuncia a intentar un tercer mandato en 2012 y, por tanto, el reparto del poder.
Quizá nada de esto habría sido visible de no haber aparecido en escena alguien tan tenaz como el secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez. Pero su empeño en oponerse a los planes del todopoderoso vicesecretario general del PSOE, José Blanco, avalados por Zapatero, y su afán de ser candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid cueste lo que cueste, han abierto la caja de los truenos. La batalla de las primarias entre Gómez y Trinidad Jiménez no solo ha evidenciado una división en el, por otro lado siempre conflictivo, Partido Socialista de Madrid, sino que ha abierto una brecha en la ejecutiva federal.
Blanco desmiente donde y cuando puede que él y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, estén detrás de una operación para hacerse con las riendas del partido, eliminar a quien pueda hacerles sombra del camino -bien sea la emergente ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez o Tomás Gómez si gana el pulso- y situar al frente de una federación tan potente como la de Madrid a un hombre de una fidelidad intachable para con ambos como es el secretario de Política Municipal del PSOE, Antonio Hernando.
La maledicencia -lo es, al menos para sus protagonistas- sería casi inocua si únicamente se hubiera puesto en circulación entre los socialistas madrileños para intentar ganar una batalla con la imagen del rebelde que se enfrenta al poder establecido. Pero hay más. Una buena parte de la dirección nacional del partido da crédito a la historia, lo que, en todo caso, muestra que los socialistas han entrado en esa fase en la que no pueden dejar de mirarse de reojo los unos a los otros. También ocurre en el Consejo de Ministros.
No todo trasluce en las reuniones oficiales. Son muy pocos los miembros de la ejecutiva que han dado un paso al frente por la causa de Tomás Gómez, al margen del ex jefe de gabinete de Zapatero, José Andrés Torres Mora, cuya devoción por el presidente del Gobierno es legendaria, o el responsable de Libertades Públicas, Álvaro Cuesta. Pero eso no quiere decir que todos apoyen la operación que ha conducido a las elecciones primarias madrileñas. «Cuando se aborda este asunto en la ejecutiva -admite un dirigente socialista- hay unos siete que permanecen callados».
Fuegos internos
El presidente del Gobierno, que en los últimos meses se ha dedicado casi por completo a la agenda internacional y económica, acuciado por la crisis, tiene ahora el patio interior revuelto. En lo más inmediato, tendrá que ver cómo apaga los fuegos que se han ido generando en torno a la candidatura de Madrid. Porque, aunque tanto Tomás Gómez como Trinidad Jiménez apuesten por una rivalidad de guante blanco que no siempre consiguen, en esta contienda no es extraño escuchar palabras gruesas que provienen de la retaguardia y, aunque se insista en que el candidato que salga de las urnas el 3 de octubre será el de todo el partido, la virulencia con la que se expresan los propulsores de ambas candidaturas indica que restañar las heridas no va a ser tarea tan fácil.
A estos equilibrios se unen los territoriales. La proximidad de las elecciones autonómicas y municipales y el temor de los gobernantes socialistas a verse perjudicados por la gestión que el Gobierno central ha hecho de la crisis ya llevó a algunos a intentar marcar diferencias hace meses.
En el caso de Cataluña, que renueva su Parlamento el 28 de noviembre, la cuestión parecía aún más compleja pero el giro social y de gestión que finalmente ha decidido imprimir el presidente de la Generalitat, José Montilla, a su campaña y su decisión de no centrarse en el debate identitario ha permitido acortar diferencias con CiU, al menos en las encuestas. El problema vendrá después, si es que existe la más mínima posibilidad de que el PSC vuelva a gobernar en coalición, porque las presiones para que entierre el tripartito con Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya y pacte o incluso ceda el paso a CiU serían en esta ocasión más contundentes aun de lo que fueron en 2006.
La prioridad de lo inmediato
De momento, el jefe del Ejecutivo se ocupa de lo inmediato, aunque para tapar una vía de agua se le abra otra, como ha ocurrido en el acuerdo presupuestario con el PNV. No es ya que haya dado una baza impagable frente al 'lehendakari' socialista, Patxi López, sino que ahora los nacionalistas vascos, desde su posición de fuerza, pretenden poner sobre la mesa la tregua de ETA y el modo en el que, a su juicio, debe gestionarse. Un capítulo en extremo incómodo para Zapatero, que tras el fracaso del proceso de paz de 2006, prefiere no alentar la más mínima idea de diálogo con la organización terrorista.
Cuestión aparte es cómo han quedado las relaciones del PSOE con los socialistas vascos tras el pacto con el PNV. A primera vista, es lo más parecido a un ninguneo en toda regla pese a que tanto el Gobierno como Patxi López sostienen que durante la negociación han actuado coordinados en todo momento. La realidad es que los nacionalistas han arrancado al Ejecutivo central el traspaso de unas políticas de empleo mucho mejor valoradas que las que pactó hace un año el Gobierno socialista de Vitoria.
Con todo, hasta ahora el jefe del Ejecutivo ha sido capaz de capear bien el temporal. Ni tendrá que adelantar las elecciones generales por ser incapaz de sacar adelante las cuentas públicas ni espera que la huelga general del próximo miércoles convocada por los sindicatos le haga daño. La estrategia del Gobierno de eludir el enfrentamiento con UGT y CC OO, reiterar hasta la extenuación su máximo respeto por los representantes de los trabajadores y evitar que se rompiera la imagen de idilio que hasta la aprobación de la reforma laboral había primado en sus relaciones conseguirá, a juicio de los socialistas, que no haya grandes daños por una protesta que el Gobierno confía en que tenga un seguimiento discreto.
Zapatero, por tanto, se dispone a seguir año y medio más con su ejercicio de equilibrios a diferentes bandas con la esperanza de que los delicados contrapesos en uno y otro lado no se desparramen. No va a tener fácil que ningún plato acabe en el suelo.