A JUICIO DE LOS JUECES
Actualizado:Nada más desmoralizador que la opinión de nuestros jueces sobre los que tienen que ejercer el penoso oficio de juzgar. En muchos casos es una pena añadida. Los «topones» que diría Raúl del Pozo, han sido una vez más bastante ecuánimes al decir que «la corrupción no sólo se vincula a un solo partido». La sobriedad de sus sentencias les impide decirnos quiénes son más sinvergüenzas que otros y se limitan a proclamar que la competencia es ardua. ¿En qué partidos hay más golfos? No se les puede exigir a nuestros jueces que establezcan una clasificación. Bastante tienen con inscribirlos en la desbordante lista. ¿Quién puede conocer con exactitud el número de caraduras que militan en un partido, con la única pretensión de participar en el tinglado de la antigua farsa? En un artículo, Luis María Anson se planteaba una serie de preguntas que nos afectan a todos: «¿Se han convertido los sindicatos en un suculento negocio para sus dirigentes?» Hay quienes creen que para levantar el país lo mejor es decretar un día de brazos caídos.
Una huelga general, aunque sea de menor graduación, puede convocarse con razón, pero debe de ser siempre razonable. No basta con disponer de un ejército de 60.000 manumitidos laborales para paralizar un país al borde de la quiebra financiera. ¿Qué va a ser de ellos, y sobre todo, qué va a ser de nosotros, que seguimos teniendo que trabajar todos los días? ¿Es una verdad verificable que la noble actividad sindical le cuesta cada año a las empresas españolas 1.500 millones de euros?
Ni los jueces ni las víctimas estamos viendo claro el futuro de las condenas. La justicia es de linaje divino y lo único que puede verse con nitidez es que va a subir el recibo de la luz.