CARTAS AL DIRECTOR

Hablando muy claro

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Produce repugnancia a muchos que nos consideramos respetuosos de los más elementales derechos de los seres humanos, la inicua expulsión por parte del gobierno ¿democrático? francés, de la expulsión de miles de ciudadanos gitanos. ¿Es esto propio de un régimen cuyos timbres de gloria fueron siempre: la igualdad, la legalidad y la fraternidad? ¿De un país de la CEE? ¿O más bien los que dimanan de un primer ministro y su gabinete desde el más detestable populismo que no sólo en este país «de las libertades» hace tiempo que se considera normal por los intransigentes? Un fantasma hace tiempo que comenzó su aciago recorrido por Europa, el del racismo y la xenofobia. Los exiliados españoles de 1939 que pagaron con su vida la defensa de la civilización occidental, supieron de la proverbial «acogida» francesa, mientras su noble destino era sólo uno: combatir el nazismo codo con codo con los heroicos hombres y mujeres de la resistencia. Ellos no morirán jamás en aquellos que amamos la libertad como en el poema de un gran escritor galo, Paul Eluard, pues la libertad no es una palabra que grandilocuentemente figura sólo en un escudo o en unas leyes que luego no se cumplen. La libertad y la democracia se defienden día a día y sin descanso alguno. ¡Tiene ésta tantos adversarios, o mejor enemigos! En otro orden de cosas, me parece muy difícil asimilar -a no ser que se traten de gentes nostálgicas, amantes fervorosas de todo tipo de tiranías-, que existan personas que ni tan siquiera se compadezcan de no menos de 130.000 familias españolas que desde hace ¡35 años! estén deseosas de que se les dé permiso, para extraer a sus abuelos de la fosa común en las innumerables en las que se hallan y enterrarlos dignamente con su nombre. Esto no es política, es humanidad. ¿Qué tienen que decir de esto sin eufemismos vacíos los gobernantes de izquierda de nuestra nación, promulgadores de una ley para la recuperación de la memoria histórica tan ambigua? Afortunadamente contamos ya con diversas y muy laboriosas asociaciones que velan por la Memoria Histórica, trabajan sin descanso, haciendo oídos sordos a incoherencias partidistas. No pueden abrirse heridas si éstas antes no han sido cerradas.