Imaginar
Actualizado:Leía en una revista de fin de semana esta afirmación de Joe Dispenza: «Creamos la realidad con nuestros pensamientos». No son pocos los pensadores que desde los antiguos sofistas griegos hasta los humanistas más actuales han destacado la enorme influencia de nuestra mentalidad en todo aquello que nos ocurre y en cómo lo afrontamos. Que también la ciencia neurológica incida en la plasticidad de nuestro cerebro y sostenga que podemos modificar algo de nuestra fisiología a través del cambio en nuestros pensamientos es bastante esperanzador.
«Una mente sana en un cuerpo sano» era la famosa frase que formaba parte de la plegaria a los dioses del poeta romano Juvenal. 'Citius, altius, fortius' (más rápido, más alto, más fuerte) es el lema olímpico. En nuestros tiempos disponemos de muchísima información sobre cómo cuidar y cómo sacar buen rendimiento del cuerpo, pero ¿y de la mente?.
Escribía en mi anterior artículo sobre los sentidos y los sentimientos, pero junto a ellos juega un importantísimo papel la asociación de imágenes e ideas constituyendo la base de nuestra actividad mental.
Conocemos la importancia del ejercicio físico pero no tanto la del ejercicio mental; éste resulta sumamente beneficioso para la salud del cerebro, de todo nuestro sistema nervioso y de nuestro cuerpo en general. Vivimos un siglo en el que la investigación neurobiológica sobre nuestro cerebro va a alumbrar gran cantidad de información bastante relevante.
Pero mientras la ciencia avanza, a nivel personal haríamos bien sacar el mayor partido que podamos a nuestra manera de pensar ,ya que así seguro que se nos abrirán más posibilidades de vivir con mayor plenitud. Hoy quiero destacar la importancia de la imaginación para crear pensamientos positivos. Los antiguos consideraban sabias a aquellas personas que eran capaces de cambiar los estados de ánimo a fin de sustituir los perjudiciales o perniciosos por los beneficiosos o positivos.
La vuelta al trabajo y la situación de los desempleados, los quehaceres diarios, las responsabilidades familiares, las limitaciones físicas o materiales, la desorientación, la desestructuración y la revisión de muchos de nuestros supuestos sociales apelan a la necesidad de esos cambios mentales que nos permitan reorientarnos y encarar de manera más inteligente y compensada nuestra propia realidad.
Y en esos frentes es donde se vislumbra la necesidad de suponer o imaginar otras situaciones y de ampliar nuestros mundos personales. Nuestra liberación mental, y la social, siempre han ido de la mano de la imaginación creativa complementando a la razón. Proyectar nuestra imaginación de manera abierta, revisar y cambiar nuestros esquemas y ensanchar nuestros horizontes mentales nos permitirá ser más creativos, activará nuestros circuitos neuronales y, en consecuencia, lo más importante, nos mantendrá bien saludables.